_
_
_
_
Opinión
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La RSE: una renovación empresarial imparable

La transformación del papel de la empresa en la sociedad del siglo XXI explica e impulsa el debate sobre la responsabilidad social de las empresas (RSE). La empresa ya no es una isla en el espacio social, un ente cerrado que esconde sus secretos. Al revés, las empresas son como invernaderos de cristal, sometidos a la mirada crítica de instituciones, medios de comunicación, analistas financieros, organizadores no gubernamentales, consumidores, ecologistas, sindicatos y comunidad en general. También en esta idea de la transparencia internet es una revolución. Todo o casi se puede saber de todos. Y es por eso que las empresas buscan empatía social y buena reputación corporativa respecto a sus relaciones con el entorno, entendido éste en su sentido más amplio: instituciones, empleados, proveedores, medio ambiente, etcétera.

Esta cultura de responsabilidad social o de sostenibilidad en términos amplios ha penetrado en las grandes compañías de la mano de la globalización y de las crecientes exigencias sociales hacia ellas. Exigencias de dignidad laboral, respeto a los derechos humanos, compromiso medioambiental, colaboración institucional con la comunidad, etcétera, que la sociedad hace cada día más explícitas y apremiantes. Y que se pueden materializar en incentivo o sanciones a sus marcas en el consumo y a sus valores en los mercados financieros. Desde que la responsabilidad social corporativa tomó cuerpo en la cumbre de Lisboa de 2000, las iniciativas y las experiencias no han parado de crecer.

En España hemos abrazado esta cultura con la fe del converso. Las memorias de RSE se generalizan, los equipos directivos toman conciencia de la idea y se crean nuevos departamentos de RSE en la mayoría de las empresas. España lidera en número de empresas las adhesiones al Global Compact de Naciones Unidas. Varias asociaciones empresariales se han creado para ayudar a la implantación de esta cultura empresarial. CEOE y los sindicatos firman un acuerdo y propician la creación de un Consejo Estatal de la RSE. Las comunidades autónomas crean departamentos para el impulso de la RSE y aplican políticas de fomento.

El Congreso de los Diputados aprueba por unanimidad un Libro Blanco sobre la responsabilidad social de la empresa. Las universidades, las escuelas de negocios, los investigadores, los editoriales, los medios de comunicación incorporan la RSE a sus planes y a sus espacios formativos y divulgativos. Realmente hemos vivido un auténtico boom de la RSE en España estos últimos cinco años. Bien puede decirse que somos un país en la vanguardia de esta reflexión. Yo creo que nuestro país y nuestras empresas deben sacar ventajas competitivas de este esfuerzo porque estoy absolutamente convencido de que a esta cultura empresarial llegan los mejores y acabarán llegando todos.

En el mundo global en el que estamos, la competitividad acabará siendo definida, por la excelencia, por la superación de los mínimos legales en todos los ámbitos y el establecimiento de un compromiso de sostenibilidad y de calidad con todos los grupos de interés que se relacionaran con la empresa. Quienes construyan su estrategia empresarial en base a burlar estas exigencias acabarán siendo expulsados por los mercados. España y sus empresas están compitiendo en el primer nivel de muchos sectores económicos: desde la banca a la automoción. Desde la obra pública y la construcción a las telecomunicaciones. Desde la aeronáutica al textil. Para ser los mejores hay que ser responsables.

En América Latina, por ejemplo, somos demasiado importantes como para ser chapuceros. Tenemos que ser un ejemplo y nuestras empresas hoy, no lo olvidemos, son el mascarón de proa de un país y de sus gentes. ¿Cuáles son las prioridades ahora? Crear el Consejo Estatal de la RSE parece la primera. Será un órgano importante si lo hacemos bien y si en él se trabaja con inteligencia y por acuerdo. La presencia de todos los grandes protagonistas de la RSE: empresarios, sindicatos, sociedad civil y Administraciones, es garantía de dinamismo y sentido común. En las comunidades autónomas hay que ayudar a extender la RSE a las pymes. Herramientas de gestión, aplicaciones sectoriales, estímulos a las prácticas empresariales sostenibles en las compras públicas, etcétera, son caminos a recorrer.

Quizá lo más importante de lo que falta por hacer sea estimular la demanda social de RSE en el consumo y en la inversión. En ambos sentidos, hay una larga lista de tareas pendientes. Si tuviera que reducirla a dos, yo diría que es importantísima la información objetiva a los ciudadanos sobre el comportamiento de las empresas y que es urgente la regulación de medidas de apoyo a la inversión socialmente responsable en nuestro país.

Ramón Jáuregui. Secretario general del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados

Archivado En

_
_