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In memoriam

Trabajo, innovación, conocimiento y generosidad

Nos ha dejado un gran hombre. Rafael del Pino ha sido uno de esos hombres que forjan su vida, día a día, sobre la base de unos ideales que el tiempo ha ido reforzando. Doctor Ingeniero de Caminos y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha, situó la autoexigencia, el trabajo, la innovación, el conocimiento, la generosidad y el amor a España en la bandera de sus ideales. Por ello no debe sorprender que el listado de sus realizaciones sea amplio y diverso.

Finalizados sus estudios en el año 1947, en el páramo empresarial que caracterizaba España, aquel hombre tenaz dio pruebas de su potente espíritu empresarial creando, cinco años después, Ferrovial, la empresa a la que dedicó más de cincuenta años, hasta que, cuando consideró que había llegado el momento, dejó las riendas a su hijo Rafael y creó la Fundación que lleva su nombre. Fue medio siglo de esfuerzos y estudio sostenidos que contaron con los sólidos pilares de su extraordinaria inteligencia y fortaleza, alimentadas por su convicción de que 'sin esfuerzo no hay logros ni éxitos'. Y, como solía repetir, todo cuanto hizo contó con el respaldo y apoyo de su familia.

La aventura de Ferrovial es la consecuencia de un proceso arrebatado, dirigido por un trabajador infatigable, que se autoimponía la innovación permanente como medio para mejorar los procesos de trabajo, convencido de que el mercado y la libertad de empresa, junto con el esfuerzo de todos, son los pilares sobre los que debe apoyarse la economía de la España actual. En este marco, creía en la libertad de los individuos 'para perseguir sus sueños' sin obstáculos a su creatividad e iniciativa.

Le gustaba el riesgo empresarial pero no aceptaba la improvisación. Estudiaba los problemas hasta el último detalle, destilando sus ideas nucleares hasta reducirlas a sus elementos fundamentales.

Fue un hombre generoso. Al crear la Fundación Rafael del Pino puso en marcha un nuevo sueño lleno de ilusión cuyo objetivo era, dijo, contribuir 'al desarrollo de mi patria y a la cohesión social'. La misma ilusión con la que cincuenta años antes creó una empresa líder o con ochenta años dio la vuelta al mundo en el barco que él mismo había diseñado. Recientemente, ha dotado a la Fundación de nuevos recursos destinados a paliar el dolor de los lesionados medulares, destacando su contribución para la construcción de un polideportivo en el entorno del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.

Pero Rafael del Pino, además de empresario, ha sido un estudioso. Siempre complementó su actividad empresarial con una inusual dedicación a la lectura. Lectura profunda con la pericia de asimilar el núcleo de los argumentos y el desarrollo de las ideas. Sus conocimientos se extendieron a la historia y la astronomía y sus reflexiones tras las lentes de su telescopio le llevaron por los senderos del estudio del origen del universo y de la vida.

Convencido de que el principal ingrediente de las sociedades modernas es el conocimiento y sus actores son los emprendedores, su Fundación cuenta con una misión específica: formar a los dirigentes y a los formadores de la España del futuro con el fin de que puedan desarrollar con éxito sus iniciativas y habilidades. Rafael amaba a España y a sus ciudadanos y contribuyó con su esfuerzo a mejorar todo cuanto le rodeaba. Nos ha dejado sus sueños para que los llevemos a cabo. Todos los países necesitan tener personas como Rafael del Pino. Nosotros hemos tenido esta suerte. Descanse en paz.

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