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Ian Williams

'El reto del sector del whisky será gestionar la demanda'

Forma parte del mundo del whisky desde los 20 años, cuando entró a trabajar en una destilería y se enamoró de este licor. Hoy defiende las excelencias de la marca Blue Label y supervisa el centro de visitas en Cardhu

Toda su vida ha girado en torno al whisky. Ian Williams (1948) ha nacido, crecido y trabajado en Escocia, la cuna de este licor. Con 20 años empezó a ganarse la vida en una destilería, donde conoció a su mujer y se enamoró del mundo del whisky. Hoy, Ian Williams es director de Johnnie Walker (Diageo) en la destilería de Cardhu (Escocia). Dedicado principalmente a labores de promoción, supervisa el centro de visitas y difunde las virtudes de la marca más especial de esta firma, el Blue Label. 'Una bebida para sorber, no para tragar'.

Ha pasado más de 40 años trabajando para Johnnie Walker, ¿cómo se ha desarrollado su carrera dentro de esta compañía?

Comencé en el año 1968 en la oficina central de la firma, que se encontraba en la región de Speyside, en Escocia. Luego realicé un curso que organizaba la empresa para convertirme en director de una destilería, un puesto que he ostentado entre los años 1974 y 1998. Y como a lo largo de ese periodo he estado viajado por todo el mundo dando charlas sobre el whisky y enseñando cómo se producía, decidieron que yo fuera director de Johnnie Walker en la destilería de Cardhu. Para mí ha sido una excelente oportunidad de utilizar esa experiencia que había adquirido en mi trabajo para poder promocionar la marca.

¿Alguna vez imaginó que llegaría a ocupar un puesto directivo?

No. Yo me suelo definir a mí mismo como un hombre de campo, que es donde me he criado, viviendo siempre cerca de la tierra. Yo encajaba muy bien en todo lo relacionado con la producción, porque disfruto utilizando mis manos y trabajando en el campo. Al vivir junto a las explotaciones agrarias y conocer su labor se establece un vínculo perfecto con la industria del whisky.

¿En qué consiste exactamente su trabajo actual?

Ya no formo parte del proceso de destilación. El lado de la producción lo abandoné cuando me cambiaron de puesto. En vez de elaborar whiskies, lo que hago ahora es hablar sobre ellos: informar y explicar en qué consiste este mundo de los whiskies escoceses. Gran parte de mi trabajo tiene que ver con asesorar a los distintos mercados, ayudando a las agencias que la empresa ha contratado para realizar proyectos sobre Johnnie Walker. Ver cómo países muy remotos valoran un producto fabricado en una pequeña región de Escocia es lo más satisfactorio de todo.

También supervisa el centro de visitas que la marca tiene en Cardhu.

Lo que intentamos lograr allí es apasionar a la gente sobre nuestra marca: proporcionando información y dejando a las personas asistir in situ al proceso de investigación, para que no sólo entiendan cómo se elabora un whisky, sino que comprendan que se necesita para ello. Además, mi labor consiste en apasionar a los empleados de Johnnie Walker por el mundo del whisky. Es la manera de asegurar que podrán transmitir correctamente los valores de la marca. La pasión es parte fundamental de mi trabajo.

En todos los años que lleva en Johnnie Walker, ¿la empresa y el sector han cambiado mucho?

El principal cambio ha consistido en la aplicación de la tecnología: en cómo se ha empleado para elaborar productos de sabores y aromas cada vez más uniformes. Sin embargo, toda esta tecnología tan avanzada ha tenido también una parte negativa, pues está en el origen de la fragmentación y la desintegración de las comunidades y pueblos de Escocia cuya economía se basaba en el mundo del whisky. Cuando yo empecé, Cardhu tendría aproximadamente 20 o 25 empleados. Ahora somos diez. Pese a todo, en la actualidad esta industria se encuentra en pleno apogeo, con la aparición de países emergentes como Rusia, India, China e incluso México, que suponen unos mercados gigantescos.

Estos países emergentes, ¿son una gran oportunidad de mercado o supondrán en el futuro una competencia durísima, como lo es hoy Japón? (Este año, el japonés Yoichi ganó el premio al mejor whisky de malta del mundo; es la primera vez que no lo obtiene un escocés).

Las dos cosas. En cualquier caso, los whiskies escoceses son un producto que se tiene en mucha estima a nivel mundial y que ofrece confianza a los consumidores. Y estos países, como India y China, demandan whisky escocés porque es un producto de alta calidad. Por otro lado, la competencia que puedan plantear no me parece negativa. En 1880 nacieron muchas de las empresas actuales, y ya entonces la rivalidad en el sector era exactamente igual a la de hoy. Y es esta disputa entre las empresas escocesas la que ha impulsado nuestra implantación mundial. La competencia es algo saludable.

¿A qué retos se enfrenta actualmente su compañía?

Ahora nos enfrentamos a una situación económica adversa a nivel mundial. Esperemos que no vaya a empeorar demasiado, puesto que el whisky escocés se contempla en muchos casos como un artículo de lujo y la crisis podría afectar a la demanda. Obviando esto, el mayor desafío inmediato es gestionar nuestros stocks de productos para satisfacer la demanda creciente que proviene de los países emergentes. De momento los estamos controlando, pero este asunto podría volverse un problema en los próximos años.

Y en un futuro próximo, ¿cuáles serán los principales desafíos para el sector?

Uno de los mayores problemas puede ser el del suministro, porque si una destilería necesita más líquido, la solución no será abrir un grifo. Evidentemente, nos vamos a encontrar con una mayor demanda; por ello, la mayoría de las empresas del sector están trabajando actualmente para poder producir con mayor eficiencia y, al mismo tiempo, cumplir con las exigencias de un mercado que cada vez es mayor, sobre todo en los países emergentes. Se trata de producir más consumiendo menos recursos energéticos.

¿Qué soluciones proponen desde Johnnie Walker?

En este momento, la empresa propietaria, el grupo Diageo, está en proceso de construcción de la que va a ser la destilería de whisky más grande de Escocia. Será una instalación totalmente innovadora, porque estamos buscando que funcione del modo más verde y ecológico posible. El mayor reto es, pues, construir una que pueda elaborar un whisky de la más alta calidad, pero que vaya de la mano de soluciones medioambientales y de eficiencia energética.

La aplicación de la tecnología ¿ha puesto fin a una elaboración del whisky más tradicional?

Voy a responder con la siguiente pregunta: ¿Cuál es la manera tradicional de elaborar un whisky? El sector siempre ha estado innovando, desde el primer día. Evidentemente, hay personas de mi edad que afirman que hoy ya no es lo mismo y que lo tradicional se ha perdido, pero probablemente sus padres decían lo mismo. Como industria, no estaríamos aquí si no hubiéramos seguido evolucionado permanentemente.

¿Cómo es un día corriente en su trabajo?

En una jornada relajada, cuando no estoy viajando, me desplazo 30 kilómetros desde mi casa hasta la destilería, y trabajo desde las 8.30 hasta las 17 horas. Una parte esencial de mi labor es la comunicación, paso mucho tiempo respondiendo a todas las preguntas que me hacen personas muy diversas desde todas las partes del mundo. Durante una semana de mucho trajín puedo llegar a trabajar 15 horas al día.

¿Tiene dificultades para conciliar su vida laboral con la personal?

Digamos que la combinación funciona bastante bien. Conocí a mi mujer precísamente en una destilería, y su padre también trabajaba en una; así que ella comprende muy bien cómo es este trabajo y acepta totalmente la situación.

Ha acudido a España para promocionar la marca de lujo de Johnnie Walker: Blue Label (etiqueta azul). ¿Cómo definiría esta bebida?

Para mí es el whisky perfecto, aunque lógicamente ésta es una percepción muy subjetiva. Lo que resulta muy claro es que se trata de un producto totalmente diferente: es una bebida de lujo (cada botella cuesta alrededor de 200 euros), destinada sobre todo a ocasiones especiales.

Personalmente, ¿cómo le gusta beber el whisky? No lo mezclará con Coca-Cola.

La verdad es que solo no me gusta. Lo mezclo con agua mineral fría: pongo una medida de whisky en una copa, algo menos de la mitad, y la lleno de agua. Sin embargo, durante gran parte de mi vida he bebido Johnnie Walker Etiqueta Roja con Coca-Cola o con ginger ale. Tengo la mente muy abierta en cuanto al disfrute del whisky. Cada cual debe tomarlo como le guste.'Gran parte de mi trabajo es dar respuesta a las preguntas que llegan desde cualquier sitio del mundo'

'Aprender a degustar es todo un arte'

'La idea es experimentar todos los sabores que contiene el líquido, y eso no puede hacerse si se bebe a palo seco'. Ian Williams recorre el mundo enseñando a los aficionados en qué consiste la 'degustación perfecta' del Johnnie Walker Blue Label, un whisky de mezcla formado por unas 15 variedades de edades no declaradas. 'Descubrimos que la mejor manera para tomarlo era con una copa de agua gélida', señala. 'El secreto consiste en enfriar la boca lo más posible con tres lentos sorbos para que el agua congele el paladar. A continuación, se bebe el whisky dejando que vaya calentando la boca, y a los pocos segundos comienza a percibirse toda la gama de sabores'. 'Todo un arte', como él dice, que Williams explica mientras lo pone en práctica con visible placer. 'En las degustaciones a las que voy, los asistentes me dicen que les he descubierto un mundo nuevo', sentencia.

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