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Tribuna
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¿Vasos comunicantes?

Dos importantes políticos, uno del partido del Gobierno y otro del de la oposición, han emigrado del sector público al privado. Eso ha levantado la polémica. Los dos aspectos discutidos son: la legalidad del trasvase y su naturaleza ética. Legalidad y ética no son necesariamente coincidentes. Un acto puede ser legal y no ser ético y viceversa, ser ético y no legal.

El trasvase desde la política al sector privado debe hacerse cumpliendo las condiciones de la ley. En este caso la ley de incompatibilidades de los cargos públicos. Pero ésa no es la cuestión. Si el trasvase no es legal, los tribunales y la propia Administración darán su sentencia condenatoria. La cuestión es: ¿es ético?

La ética en lo público no se refiere sólo al hecho en sí, sino también al mensaje que se envía a la sociedad. Las clases dirigentes tienen una gran responsabilidad: educan al resto de los ciudadanos vía ejemplo. ¿Qué interpretación hace un ciudadano de a pie si al que fue importante en la política se le contrata de manera privilegiada? ¿Pueden levantarse sospechas sobre la devolución de favores o la búsqueda de nuevos privilegios? ¿Aumenta o disminuye la confianza en el sistema político? ¿Aumenta o disminuye el nivel de cinismo de la opinión pública?

Estas son las preguntas que la persona contratada o el contratante debe hacerse antes de tomar la decisión. También es una reflexión a realizar por parte de quien puede alentar o disuadir el paso. Porque en la calificación ética de una acción pública, además de la naturaleza del acto y la intención con que se hace, hay que analizar las consecuencias del mismo. En especial, las consecuencias en cuanto al crecimiento o disminución de la confianza en el sistema y el aprendizaje de los demás.

Pero, demos una vuelta de tuerca más a la cuestión: ¿y si el trabajo ofrecido está relacionado con lo que se conoce como lobby? Un trabajo que se sospecha que está enfocado a la mejora de las relaciones de los intereses privados y la Administración.

Y aún más: ¿si está relacionado con el lobby en un país que no lo tiene regulado como tal y, por tanto, se desarrolla de manera opaca, lejos de la transparencia de países como Estados Unidos, donde está legislado?

En este país el lobby es una institución legal. Una vez obtenida la calificación de lobby tiene la obligación de declarar ante la oficina correspondiente de la Cámara de Representantes los gastos relacionados con legisladores o administradores que superen más de 10 dólares, antes del día 10 de cada mes.

No es así ni en España ni en Europa. En Bruselas no existe oficialmente el lobby, como tampoco en Madrid, ni en Barcelona, ni otras ciudades españolas. Pero todo el mundo sabe que hay despachos de influencia en donde encargar las gestiones con la Administración o los legisladores si se quiere que prosperen determinados intereses.

Con transparencia, el pase desde el poder político al lobby y viceversa podrá ser o no estético pero está controlado bajo el imperio de la ley. Cuando hay opacidad, despierta recelos y alienta la sospecha de la existencia de vasos comunicantes entre ambos campos. Vasos comunicantes que circulan bajo las alfombras de los despachos del poder político y las moquetas de los centros de decisión económicos sin ningún control.

¡Dios me libre de juzgar a personas concretas! Con el desconocimiento de todas las circunstancias particulares sería una temeridad hacerlo. Sin embargo, sí puedo afirmar que algo hay que aprender del debate. El aprendizaje para la sociedad es que sería conveniente legislar lo que se conoce como lobby. Negar su existencia es negar la realidad e impedir el derecho a la defensa de los legítimos intereses de individuos o colectivos en el juego democrático de las instituciones. De esa manera el lobby se realizaría con luz y taquígrafos; eso eliminaría sospechas y generaría confianza.

Pero, flaco favor se hace a la credibilidad del sistema cuando, sin arreglar la transparencia, los vasos comunicantes entre la política y el sector privado llevan en su interior no sólo intereses, también personas; personas relevantes que pudieron tomar decisiones importantes y que pueden lograr favores sustanciales. Porque la mujer del César no tiene sólo que serlo, sino parecerlo.

José Ramón Pin Arboledas. Profesor del IESE

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