Enganchados a los ex libris
La estampa, como seña de identidad, vive una segunda edad de oro. Los amantes de los libros las coleccionan y los cibernautas las recrean en ex webis.
El viaje de Alejandro de Riquer a Londres en 1894 marca un antes y un después en la historia del ex libris. De Riquer desembarcó en la capital inglesa envuelto en las evocadoras imágenes prerrafaelitas y se topó de lleno con el movimiento Arts and Craft. Con estos nuevos planteamientos estéticos y sus técnicas artísticas regresa a Barcelona y decide cultivar de forma magistral la producción de ex libris, algunos tan hermosos como el que pinta para Rafael Patxot, Oriol Martí o Francisca Bonnemaison. El modernista Riquer y sus amigos Josep Triadó y Joaquín Renart se convertirán en los dignos herederos de los grandes maestros alemanes, Alberto Durero, Lucas Cranach y Han Holbein el Viejo.
La lista de pintores atrapados en la fascinación del ex libris es interminable. Desde Durero hasta Klimt, han sido numerosísimos los artistas que han diseñado sellos para personalizar los libros de personajes notorios, y no tanto. Dickens, Gloria Swanson, Charles Chaplin y Benito Mussolini tuvieron el suyo.
Goya coqueteó con esta técnica y también lo hizo Dalí, a quien debemos uno de los más hermosos que conocemos, el que realizó en acuarela para Federico García Lorca. Ex Libis en lugar de ex libris, lo que en otro artista consideraríamos un error, en el pintor de Figueras no se puede descartar la intencionalidad, el deseo.
Hay 10.000 coleccionistas en todo el mundo y 40 asociaciones velan por preservar la identidad de las estampas
Si la estampa nace como una marca de alcurnia -sólo los señores de familias poderosas tenían sellos con motivos heráldicos para indicar la pertenencia del libro, ya no a una persona, sino a todo un linaje de gente muy leída- y evoluciona en el siglo XVIII hacia el dibujo alegórico, es el siglo XX cuando se pone de moda en Europa y Estados Unidos. Surgen los coleccionistas, se crean las sociedades de amigos y se editan las primeras revistas que hablan de este arte exquisito y en miniatura.
Es entonces cuando este movimiento busca sus orígenes en la antigüedad y se encuentra con una pequeña placa de barro cocido y esmaltada en azul, con inscripciones jeroglíficas, que se conserva en el Museo Británico de Londres y que pertenecía al faraón Amenofis III (D XVIII). Esta pequeña pieza figuraba como distintivo de posesión y se insertaba en la cajas de rollos de papiro pertenecientes al monarca. También los escribas mesopotámicos hacían constar al final de una obra, además del título, la fecha y el nombre del copista, el nombre del propietario.
Durante la Edad Media los ex libris fueron inscripciones manuscritas hechas por monjes calígrafos en códices, biblias, beatos, libros de horas, o bien libros de caballería, feudos y privilegios para asegurar y garantizar la propiedad de las obras.
No obstante, no es hasta la invención de la imprenta en 1440, cuando se produce el auténtico inicio del ex libris tal y como hoy lo concebimos, al poder multiplicarse las ediciones de libros. En esta primera etapa del ex libris el tema que predomina es el heráldico hasta que en el siglo XVIII es paulatinamente sustituido por el alegórico. La tipología de las imágenes se ha ido diversificando con el paso del tiempo: son frecuentes los motivos relacionados con el mundo del libro y las bibliotecas, los paisajes, los toros y los desnudos
Hoy el ex librismo vive una segunda Edad de Oro. Se calcula que hay unos 10.000 coleccionistas en todo el mundo -entre los que sobresalen nombres como Benoît Junod, Mario Da Mota, Vicente Sánchez Molto y Mario de Filippis, dueño de un restaurante en Arezzo- y 40 asociaciones (Bookplate Society, en Inglaterra; Deutsche Ex Libris Gesellschaft, en Alemania; American Society of Bookplate Collectors and Designers, en Estados Unidos y la Asociación Andaluza de Exlibristas en España) velan por preservar la identidad de este antiquísimo arte. Pero la moda es la moda y como sucedió en los años 50 del pasado siglo cada vez son más los amantes de los libros que terminan adquiriendo un sello de caucho, estampando una alegoría en sus libros y otorgando identidad a su biblioteca. Sin duda es uno de los regalos más codiciado por los bibliófilos.
æpermil;ste, el sello de caucho, es un procedimiento que disgusta a los más ortodoxos, pero que se está imponiendo en una época en el que los modos de fabricación tradicionales -xilografía, calcografía, litografía y serigrafía y fotograbado- suman hoy otros más modernos, como la reproducción fotográfica y la impresión por ordenador. Hasta el punto que un español, José Manzano, fanático de los ex libris con alegorías de búhos, ha creado una categoría nueva: ex webis, para referirse a ex libris que sirven para identificar páginas web. Pero la novedad no ha destruido el gusto por la tradición. Y aún hoy, en la era digital, las obras más codiciadas son los aguafuertes. Las estampas de Michel Fingesten y Willy Geiger son las más cotizadas del mercado de segunda mano, por encima de los 200 euros.
'El ex libris es algo más que una marca de propiedad. Es, sobre todo, un signo de amor a los libros. Aunque es verdad que todo coleccionista tiene una obsesión, en el caso de los ex libris es el gozo de la visión de estas pequeñas obras de arte. Diría más: acostumbrados como estamos a ver obras en los museos que no se pueden tocar, con los ex libris sucede que los tenemos entre las manos, tenemos el placer de ver y de tocar. Lo más admirable de este arte es su carácter de poética visual, su capacidad de expresar conceptual y técnicamente, de una forma sintética, aquello que quiere decir', afirma José Miguel Valderrama, presidente de la asociación española y propietario de unos 6.000 ejemplares, realizados en distintas técnicas, entre las que destacan las estampas de tema taurino y mitológico, como el Rapto de Europa.
A pesar de la calidad de las piezas que atesora, él sigue envidiando algunas de las mejores obras de la Biblioteca Nacional y de las colecciones de Mariano Pardo de Figueroa, el famoso doctor Thebussen, escritor, cervantista y gastrónomo español, y José María Gutiérrez Ballesteros, conde de Colombí.
De entre los libros de...
Un ex libris tiene reglas claras. Hoja volandera, esta marca de propiedad normalmente consiste en una estampa, etiqueta o sello que se coloca (levemente pegada) en el reverso de la cubierta o en la tapa de un libro.El nombre del poseedor -individuo o institución- va precedido de la expresión latina ex libris (literalmente, De entre los libros de...). La alegoría o imagen debe resumir la personalidad del destinatario y éste siempre ha de estar vivo. No se puede realizar un ex libris a Pablo Picasso, pero sí dedicarle uno: entonces debe ponerse in memóriam Pablo Picasso.Si el sello está destinado a identificar una colección de libros eróticos, de medicina, de cocina o de música, se puede clasificar: ex libris erotici, ex musici... Todas estas pautas están regladas por la Federación Internacional de Amigos de los Ex Libris (Fisae). Sus precios rondan actualmente los 1.500 ó 2.000 euros y el artista suelen realizar una tirada con su firma de 100 ó 200 ejemplares. Después entrega la estampa al propietario y destruye la plancha original. Es lo que hacen los más reputados artistas españoles actuales, como Martín Oliete, Francoise Marichal Pérez Pons y Pilar Jodar.