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Tribuna
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'Habemus' presidente

Investidura del presidente del Gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero será hoy investido por las Cortes, en segunda ronda, presidente del Gobierno. Los autores analizan el proceso que ha llevado a Zapatero a obtener la confianza de la Cámara para otros cuatro años y que ha tenido como eje el debate económico.

A la segunda votación, que estaba fijada para las 13 horas de esta mañana, habrá sido la vencida del candidato José Luis Rodríguez Zapatero. Habrá quedado investido presidente del Gobierno al obtener la confianza de la Cámara con el apoyo suficiente de los 169 escaños del Partido Socialista, las abstenciones de los de CiU y PNV, más los restos añadidos, y con el voto en contra de los del PP, ERC y Díez, repitamos Díez para aliviarle la sensación de estar discriminada, que habrán preferido desconfiar desde el comienzo. En la presidencia, José Bono proclamará solemne el ¡habemus presidente! El investido prometerá su cargo ante el Rey y será recibido el sábado en despacho para presentar la lista del Gabinete.

Terminará así la impaciencia de quienes se han mantenido estas últimas semanas intentando ahuyentar la llamada de destitución o a la espera angustiosa de esa llamada de confirmación o de incorporación al Gobierno, la que permite gritar ¡al fin, ministro!, la que confirma la vocación de servicio, la que abre la senda del sacrificio.

Recordemos que la democracia son formas y procedimientos. Que respetar los procedimientos es fundamental porque de ese respeto deriva la naturaleza de los resultados. Por eso, todo el ceremonial parlamentario de la investidura, establecido para que el candidato presente el programa del Gobierno que pretende formar y solicite la confianza de la Cámara tiene gran relevancia. Cada uno de los portavoces parlamentarios ha tenido durante estas dos jornadas la posibilidad de subir a la tribuna de oradores del hemiciclo para presentar sus coincidencias, sus discrepancias, sus observaciones o sus preguntas y aclaraciones, en diálogo con el candidato, quien ha tenido tiempo y atenciones para todos sin discriminar a ninguno por razón del número de escaños que tuviera como respaldo. A vista de pájaro, desde la tribuna de prensa se pudieron advertir las generosas dosis de talante que prodigaba incansable Rodríguez Zapatero, hasta extremos capaces de impulsar un cambio climático.

José Luis Rodríguez Zapatero tiene, a día de hoy, muchas lecciones aprendidas

Porque conviene insistir en que siempre el Gobierno tiene un gran poder de inducción sobre las actitudes y comportamientos de la oposición. Desde luego el PP del 2004, heredero directo de la arrogancia del peor aznarismo, era un interlocutor envenenado pero en La Moncloa del primer Zapatero nadie buscó a los artificieros que desactivaran la exasperación pepera sino que se calcularon las ventajas electorales del efecto pánico que podría derivarse de esos excesos y se procuró que esa sinrazón se mantuviera activa también en sus encarnaciones mediáticas más disparatadas, con la estrella invitada de Federico Jiménez Losantos agarrado a las antenas tan benditas como incendiarias de la Conferencia Episcopal bajo la alta dirección y el guión de Jotapedro, ese verdadero puntal encumbrado a la privilegiada condición de periodista de cámara, en quien ZP ha puesto y está decidido a continuar poniendo todas sus complacencias. Nada se hizo en los últimos cuatro años por bajar a los peperos del monte pensando que en su momento convenía enseñarlos como una amenaza movilizadora de la repugnancia que impulsaría el voto socialista a la hora de las urnas.

En todo caso, las elecciones del 9 de marzo suponen una alteración de primer orden porque al fin, después de cuatro años de enrocarse en el rechazo a los resultados de 2004, de seguir impasibles en la negación de la evidencia, sin reconocer la derrota electoral, que se labraron con la gestión mentirosa de la masacre del 11-M, han cantado su derrota. Con más votos, con más porcentaje, con más escaños, pero sin alcanzar la victoria. Para confirmar la distancia y calibrar el enfriamiento del planeta político es útil comparar los diarios de sesiones correspondientes a los debates del martes y miércoles pasados con los correspondientes a la primera investidura de Zapatero en abril de 2004. Saltan a la vista las diferencias de lenguaje, de las prioridades políticas, de los temas complementarios y de los énfasis añadidos hacia los distintos destinatarios que hacían de portavoces de los grupos parlamentarios en aquellas fechas. Aceptemos que Rodríguez Zapatero nunca fue ese Bambi imaginado por Alfonso Guerra, que tenía acreditada una frialdad inusual, pero a fecha de hoy tiene muchas lecciones aprendidas. Se dispone a incorporar importantes rectificaciones que, eso sí, serán presentadas como mera continuidad de lo ya cumplido. De las ensoñaciones estatutarias y ansias infinitas de paz ha pasado a darse de bruces con la economía en crisis, que tampoco será lo que presagia el FMI, siempre dispuesto a lucrarse de sus exageraciones.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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