Incentivos asimétricos, riesgo moral y objeción fiscal
La crisis financiera se llevará por delante una selección de respetables firmas bancarias en el mundo, y la inmobiliaria, un buen rosario de compañías promotoras en España. Nada se podrá hacer por evitarlo. Pero lo más lamentable es que se llevará también por delante buena parte de los fundamentos de la libertad económica que ha sido garantía de prosperidad y de premio al esfuerzo y al riesgo en las grandes economías del mundo, especialmente en Estados Unidos.
Las autoridades financieras y políticas norteamericanas miraban para otro lado mientras la banca sacaba del tubo de ensayo inventos financieros para dar hilo indefinido a la cometa del negocio. Ahora que los inventos han mutado en auténticas minas contra la estabilidad, quieren cerrar la herida con intervencionismo. Echan mano del dinero público tanto para oxigenar las economías familiares, como para garantizar los activos de los bancos con riesgo de colapso y cuyo valor real se desconoce.
Esta práctica, que puede reproducirse en España con ayudas a las inmobiliarias financieramente apuradas, es impropia de países en los que rige, con los límites debidos, el darwinismo societario. Además, consolida una política de incentivos asimétricos que rompe la igualdad de oportunidades en los mercados y genera competencia desleal entre las compañías socorridas y las que se enfrentan con sus propios medios y méritos a las circunstancias. Genera un riesgo moral que desata el agravio entre los competidores y entre los sectores que se atienen a las reglas de juego, y da rienda suelta a una reivindicación muy difícil de rechazar después.
Las consecuencias en los paraísos liberales ya veremos hasta dónde llegan. En España, con más cautela en la supervisión y más socorro en las crisis (minería, metalurgia, naval, agrícola, y hasta bancaria), la ciudadanía se sorprenderá menos. Pero carecería de defensa que con los impuestos de los administrados, especialmente gravosos con la adquisición de vivienda, de la que cobra el Estado, la comunidad autónoma y el ayuntamiento, se fuera a salvar el pellejo a las empresas que se han lucrado como ningún otro sector a costa del endeudamiento de los contribuyentes. Financiar la casa, la deuda y el salvamento de los promotores es posible porque las economías familiares tienen ancha la espalda; pero se corre el riesgo de socavar la confianza en el Estado y activar en la clase pagana una pasiva, pero justificada, objeción fiscal.
José Antonio Vega Subdirector de Cinco Días