Hora de ponerse serios
Vaya por delante que creo que la principal tarea del próximo Gobierno no es arreglar lo que está mal en nuestra economía, sino sentar las bases y los incentivos para que la propia economía -empresas y consumidores- vaya en la dirección adecuada. Nos espera un camino largo, y el principal motor de este proceso no puede ser el Gobierno. Porque ni le corresponde ni tiene los recursos para hacerlo. Pero, desde luego, sí puede facilitar ese cambio de dirección y ayudar a que no se generen desequilibrios en el camino.
Primero, nuestro país tiene que cambiar de modelo de crecimiento. Ya no sirven 'el ladrillo y el consumo'. Hemos pasado muchos años creciendo mucho y bien, pero creciendo fundamentalmente a base de trabajar más, pero no mejor.
La construcción ha sostenido este crecimiento a costa de que se ralentizara el movimiento hacia sectores de mayor valor añadido, que es hacia donde toca ir: dada nuestra estructura de costes, no podemos competir en sectores intensivos en mano de obra. La construcción no compite y por ello ha podido sustentar el crecimiento, pero los sectores que sí tendrían que competir han perdido terreno de forma continua. Primera gran tarea: creación de un contexto de evolución hacia sectores con mayor contenido de innovación y tecnología.
Esto implica, por un lado, esfuerzo de I+D+i. Durante la campaña se ha hablado mucho de esto, pero tanto las cantidades presupuestadas como el marco institucional están en niveles mínimos. Por otro lado, necesitamos una reforma seria de la educación y que ésta no se utilice como arma partidista. Es imprescindible que la reforma educativa sea consensuada por todos, ambiciosa y estable.
Una inflación del 4% no sería muy preocupante -al fin y al cabo, el contexto actual es inflacionario- si no fuera porque el diferencial con nuestros vecinos es sostenido. ¿Por qué tenemos siempre un 1% de inflación más? En parte porque nos han ido bien las cosas, y la demanda interna estaba muy fuerte. En parte porque tenemos algunos sectores todavía muy rígidos. Segunda gran tarea: fomento de la competencia y afrontar la eliminación paulatina de protecciones a sectores que, por la evolución natural de nuestra economía y por la competencia internacional, dejan de ser competitivos sin posibilidad de recuperación. No es ninguna tragedia que nuestra industria se reconvierta, aunque el proceso de ajuste sea doloroso.
Tercera gran tarea: ¿quién generará empleo a partir de ahora? Nuestros candidatos han prometido varios millones de puestos de trabajo sin considerar que los principales creadores de empleo son la construcción y los servicios menos sofisticados. Si la construcción ya no genera empleo, tendrán que ser los servicios. Este proceso de recolocación, sin embargo, será probablemente lento, y tiene el peligro añadido de desincentivar la innovación: si tengo mano de obra abundante y barata, no me dedico a pensar cómo mejorar la productividad en mi empresa. Es necesario pensar cómo generar empleo sin desincentivar la productividad... tarea nada fácil.
Cuarta gran tarea: energía. El problema de suministro energético requiere mucha más atención de la que ha estado recibiendo en un país como el nuestro, deficitario en producción energética. No sirve hablar sólo del cambio climático. Hace falta afrontar seriamente -y esto tardará en dar fruto- nuestra dependencia del petróleo, la viabilidad de las energías renovables, posibles fuentes alternativas de suministro, etcétera. ¿Podría ser este sector un generador de empleo al estilo de los green collar jobs que tanto están enfatizando en Estados Unidos?
Quinta gran tarea: asuntos sociales. El crecimiento y la prosperidad económicas han acentuado algunos problemas de corte social: efectos de medio plazo de la inmigración, la revisión del sistema de Seguridad Social, la creciente desigualdad en la distribución de la renta, el sistema de atención sanitaria, la seguridad ciudadana, etcétera. Algunos de estos temas son nuevos y de otros ya llevamos tiempo hablando... y mucho tiempo retrasando el hacer algo.
Estos retos no se resuelven de golpe, y algunos no son responsabilidad exclusiva del Gobierno. Pero es el momento de dejar las promesas fáciles, que son una 'tirita' para la herida superficial (rebajas o deducciones de impuestos), y empezar a afrontar los problemas de verdad, que son menos obvios, pero mucho más preocupantes.
Javier Gómez Biscarri, Profesor del IESE