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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ahora, a trabajar

Los ciudadanos dieron ayer un nuevo espaldarazo a la democracia al acudir masivamente a las urnas. Una respuesta contundente, que renueva con más fuerza su confianza en el PSOE, y un resultado que no hay que ligar al infame asesinato por ETA el viernes del ex concejal socialista Isaías Carrasco, más que en la respuesta contra los violentos. Antes bien, el veredicto de las urnas ratifica la gestión del PSOE frente a la propuesta de un PP que ha ganado escaños, pero tampoco ha estado a la altura tras el vil atentado, al que ha intentado sacar rédito.

Los ciudadanos han dejado el timón cuatro años más a José Luis Rodríguez Zapatero y su política práctica y de consenso. Lo han hecho de forma clara, y el presidente les respondió ayer que gobernará para todos. A la vez, sabiamente, han recortado excesos del poder de influencia estatal de los nacionalismos extremos a favor de los dos grandes partidos. El escaño de Rosa Díez es un reconocimiento al sentido común en su programa, frente a una IU perdedora por el voto útil. CiU se consolida como tercera fuerza.

En términos económicos, el nuevo Gobierno tendrá que afrontar una desaceleración más intensa de lo previsto. Para ello se requiere un diagnóstico atinado y soluciones claras y creíbles. Un plan de medidas urgentes no basta para invertir una tendencia, pero si está bien diseñado aporta inestimable confianza para recuperar el crédito. Y eso ha de hacerse con los Presupuestos y la regulación como instrumentos, toda vez que la política monetaria depende del BCE y excluye soluciones particulares en la zona euro. La recuperación de los debates televisivos ha servido para contrastar que el piloto de la economía, Pedro Solbes, cuenta de partida con un plus de confianza de los ciudadanos. No en vano, su cara a cara con Manuel Pizarro fue un punto de inflexión en la campaña a favor del PSOE.

El Gobierno debe adaptar su política económica sin demora. Según Zapatero, España está fuerte para afrontar las dificultades y apoyar la economía productiva. Es hora de demostrarlo. Con el objetivo del pleno empleo, su plausible primer compromiso es convocar a empresarios y sindicatos a 'un gran acuerdo' de prioridades urgentes; es decir, seguir con el pacto social.

Las acciones aisladas ya anunciadas no deben ocultar los desafíos de fondo como amortiguar la inflación, mejorar la productividad para aumentar la baja competitividad -reflejada en el déficit exterior-, completar las infraestructuras, ayudar a empresas y trabajadores a adaptarse a la globalización, mejorar la gestión de prestaciones sociales y armonizar las legislaciones urbanísticas. Y además, despejar la financiación autonómica y local, asegurar la suficiencia energética con más competencia, aplicar fórmulas de colaboración público-privadas para compensar el recorte de fondos europeos, espolear la tecnología con más I+D+i privado y modernizar la formación. A todo ello colaborará un marco fiscal que favorezca la actividad de las empresas, estimule el ahorro y la inversión productiva y propulse la internacionalización. Es obvio que todo quedará huérfano sin el impulso definitivo a la educación.

Pero estos pasos deben darse con altas dosis de realismo. No hay recetas mágicas, pero el superávit fiscal da margen de maniobra. Hoy, las condiciones son distintas que hace cuatro años. Unidas al frenazo inmobiliario, España está sufriendo las restricciones financieras del resto del mundo, con el agravante de su necesidad de financiación exterior. Por tanto, las respuestas deben ser distintas y globales. De las que habilite el nuevo Gobierno dependerá en parte el impacto de la desaceleración. Ejecutivo y oposición, ahora que tienen más escaños, deben dedicar toda su energía a mejorar el país.

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