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Fernando Chivite

'Hay que intentar no ser uno más en el mercado'

Ha tardado 20 años en sacar las tres primeras añadas de los vinos de pago del Señorío de Arínzano, en Navarra. Estudió Enología en Burdeos, no le gusta improvisar nada, siempre en beneficio de la excelencia

Dicen de él que es un visionario, aunque se podría añadir que también es un romántico. Fernando Chivite, nacido en Pamplona hace 51 años, pertenece a una dinastía bodeguera que siempre ha destacado por ser diferente. Fueron los primeros exportadores de vino, se desmarcaron hace 20 años proponiéndole a Rafael Moneo el diseño de la sede de sus bodegas y ahora apuestan por el cultivo ecológico de los viñedos, que combina con respeto al entorno medioambiental, de cuyo proyecto se ha ocupado la organización World Wildlife Fund WWF-Adena.

¿Se requiere mucha paciencia para invertir 20 años en sacar un producto al mercado, como ha hecho Chivite con el vino de pago?

Se requiere paciencia y técnica para lograr sacar un producto de gran calidad, como creo que es este vino. En este sector, el corto plazo puede valer, pero cuando el proyecto es serio tiene que ser a largo plazo. Era necesario que las viñas tuvieran una edad, y dentro de ese proceso se requiere un gran esfuerzo. Este proyecto tiene sentido porque tenemos un complemento, un negocio detrás, que es la bodega, que nos permite ser muy exigentes en la calidad de este vino.

'La competencia es como una vacuna, que cuando te la ponen pasas dos días mal, pero luego te beneficia'

'Como gestor, soy dialogante, poco agresivo y con fe en el largo plazo y en el equipo'

Para lanzar un producto de este tipo, que podría calificarse como un lujo, ¿es necesario tener detrás el respaldo de un negocio sólido?

Por supuesto. Se trata de un proyecto riguroso, que busca la excelencia, añadir más valor al producto y a la propia viña, de manera que no sea una viña más, que es la que imprime carácter al vino. Para seguir creciendo, con productos de valor añadido, hay que enfatizar en el carácter noble y culto de lo que es el vino. Podemos hacer vinos de gama alta con el apoyo de la imagen del grupo, que es lo que le da credibilidad.

Usted pertenece a la undécima generación de una familia con tradición bodeguera, afincada en Navarra. No es fácil que una compañía permanezca en las mismas manos desde el siglo XVII.

Se ha ido manteniendo en la misma línea durante años, y nosotros ahora hemos querido seguir manteniendo la bodega en la misma línea que siguió mi padre con avatares y dificultades. Esta bodega ha ido evolucionando con el comercio del vino. Nosotros empezamos a exportar en 1860 vinos a Francia, y mi padre ha mantenido ese espíritu exportador, pero además hemos sido siempre innovadores. Fuimos precoces en embotellar vinos en 1950, y en comercializar vinos embotellados. Después, hemos vivido situaciones familiares delicadas. Nosotros somos cuatro hermanos y vivimos sólo dos. Hemos pasado años bastante dramáticos en la familia, y ahora soy yo el que llevo la gestión del negocio, y lo que pretendo es seguir con la línea de calidad, con precios más que dignos, e intentar no ser uno más en el mercado, con una producción diferente y apostando por la innovación. Nos ocurrió con el vino rosado. Decidimos cambiar su estilo, que fuera más afrutado, y lo lanzamos hace 25 años bajo la marca Gran Feudo. Hicimos algo diferente y dignificamos este tipo de vino. El objetivo es seguir creciendo. El vino es un producto antiguo y las cosas en este sector se mueven mucho, aunque no lo parece. Quiero hacer las cosas diferentes, con argumentos, con autenticidad.

¿Se dedicó a esta profesión por vocación?

Desde los ocho años estuve interno en los jesuitas de Tudela, y a los 16 años me matricularon en Burdeos, así mi vocación es semivoluntaria, aunque luego se ha convertido en una pasión. El mundo de la viña es apasionante, y no concibo otro tipo de profesión.

Antes se refería a la delicada situación familiar que le tocó vivir hace unos años y que le obligó a tomar las riendas de la compañía, ¿un hecho de este tipo cambia la escala de valores?

Totalmente. Llevo de alta dos años. Tuve una leucemia, y esto me ha hecho ver las cosas de manera diferente, tanto desde la visión humana como de los negocios. Un suceso de este tipo te recoloca la escala de valores. Me gustaría demostrar que tengo un proyecto posible, viable y comercial, pero también con una gran sensibilidad hacia el vino, el medio ambiente, y con una gran responsabilidad con todo lo que hay alrededor de la viña. Me preocupa buscar la excelencia

Ahora cultiva una variedad de uva, merlot, de manera ecológica, ¿está sensibilizado con los temas de responsabilidad social corporativa?

Llevamos cinco años cultivando este tipo de uva de forma ecológica. En breve, completaremos la gama de vinos de la finca con uva ecológica. Tenemos un profundo respeto por el medio ambiente. Con Rafael Moneo desarrollaremos el proyecto de Ribera del Duero, en colaboración con Adena, que nos ayudará en un proyecto ecológico de localización de especies animales. En la finca del Señorío de Arínzano también realizó un inventario de flora y fauna, donde aparecían endemismos únicos del entorno. Este estudio sirvió para sustentar un proceso de producción respetuoso y favorable con el medio ambiente. Este proyecto lo hemos hecho empresarialmente por egoísmo enológico. Yo me creo el proyecto, y lo hemos realizado de manera humilde, pero convencidos, no por arrogancia, sino por convicción. Intenté, sin éxito, que toda la flota de vehículos de la bodega funcionase con biocombustible, pero fue imposible, era demasiado caro. Pretendí ser respetuoso, pero a veces es imposible porque no se favorece con los precios. Volveremos a hacer la vendimia con caballerías. En Borgoña ya se hace, y volveremos a eso, y no por imagen, sino como alternativa viable, sobre todo en productos de cierto valor añadido.

La bodega la ha diseñado el arquitecto Rafael Moneo. Ahora todo bodeguero que se precie invierte en diseño, ¿es una moda o una estrategia de marketing?

Nada más comprar la finca, en 1988, le enviamos a Rafael Moneo una carta a Harvard solicitándole el diseño. Nos respondió que en cuanto volviera a España vendría a ver la finca. Nos puso dos condiciones, que restauráramos todos los edificios y que hiciéramos el mejor vino posible. Diseñó la bodega en 1992, y ahí están las ideas y las fechas. No es necesario que un arquitecto haga el diseño, pero sí supone un gran apoyo para ser creíble. Nuestra bodega le da credibilidad necesaria que queremos transmitir al vino.

¿Qué ha aprendido de su familia?

He aprendido que en el vino no se puede improvisar y que no hay más que un camino para hacer un producto de calidad, aunque sólo sea un poco mejor que el de al lado, que se note que es tuyo. Hemos seguido la historia del vino, con el plus de la calidad. Y todo esto lo hemos hecho con paciencia, no se improvisa algo que se hace con seriedad.

En los últimos tiempos han aparecido nuevas bodegas, pero también nuevos países compitiendo en este sector, ¿cómo es recibida esta competencia?

Existe una sobreproducción. Los países nuevos han cambiado la filosofía y la manera de hacer el vino, han cuestionado las cosas. La competencia no gusta, pero es saludable. Es como una vacuna, que cuando te la ponen pasas dos días mal, pero luego te beneficia.

¿Hay espacio para tanta bodega?

Los datos y los analistas dicen que no, pero me gusta pensar que se equivocan. Afortunadamente, el mercado crece en vinos de calidad, y los de precio bajo están sufriendo mucho. Lo que debe hacer el sector es replantearse muchas cosas porque si hay sobreproducción y el consumo no crece, habrá una selección natural de bodegas que permanecerán. Se quedarán los mejores y los más grandes.

¿El tamaño importa?

Evidentemente, es necesario para tener presencia en el mercado, pero influyen un montón de factores. A más tamaño, mayor estabilidad y mayor solidez de marcas. Nosotros exportamos el 46% de nuestra producción en 52 países. Hoy día, a la competencia más directa del mercado español hay que sumar la agresividad comercial de los países nuevos en este sector, como Australia o Chile, que distribuyen vino con mentalidad de cerveceros. El mercado se ha vuelto muy agresivo y muy competitivo.

¿Qué producción tienen?

No me gusta decir el número de botellas porque puede parecer que se pierde el carácter artesanal, pero sacamos al mercado unos 10 millones de botellas en Navarra y Rioja, pero no hay que prejuzgar a nadie por el volumen.

¿Qué han aportado ustedes a la bodega?

Las aportaciones han sido de todos los miembros de la familia, todo es compartido. Hay nuevas maneras de hacer y de haber ayudado a invertir a alguna categoría de vinos. Como gestor soy dialogante, poco agresivo, y con fe en el largo plazo y en el equipo que tenemos. Priorizamos el valor sobre la cantidad y la cantidad sobre el volumen.

¿Tienen dificultades para encontrar profesionales que se dediquen a trabajar la tierra?

La plantilla está compuesta, entre bodega y viña, por 150 personas, y tenemos dificultades para encontrar gente, pero disponemos de tres equipos diferentes que se encargan de formar a los más jóvenes. El que sabe de viñas suele tener bastante edad y es muy difícil encontrar jóvenes que sepan y les guste trabajar en el campo. Lo que hacemos es un esfuerzo en fidelizar, motivar y formar. En esta empresa trabajan generaciones de familias. Y eso es un orgullo.

'Antes sólo nos enseñaban a trabajar'

Entiende la bodega como su gran proyecto personal, y espera que Chivite siga en manos de la familia. 'Tengo dos hijos, y al mayor, que tiene seis años y medio, le encanta la bodega y la vendimia. Me gustaría que siguiera siendo un negocio familiar'. Además, tiene por cumplir otro sueño profesional: 'saber hacer un buen pinot noir, otro buen blanco en otra zona de España'. Entre sus proyectos personales está aprender arte, eso sí, 'con modestia'. Y argumenta que 'antes nos enseñaban sólo a trabajar y siempre he tenido un poco abandonadas las humanidades'. También disfruta de la naturaleza y de la gastronomía, 'es una buena excusa para acercarte al mundo de los sentidos'. Y asegura que 'lo pobres vinateros lo tenemos muy difícil porque tenemos una materia prima y una cocina, que se hace una vez al año'. De lo que está seguro es que con los vinos de pago Arínzano ha sacado un buen plato al mercado.

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