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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deuda e inversión de las empresas

Del ciclo alcista de la economía española iniciado en 1994, azuzado por una significativa rebaja en el coste de la financiación y una desconocida estabilidad macroeconómica, ambas proporcionadas por el ambicioso proyecto de entrada en la moneda única y los inagotables flujos financieros exteriores, quedarán las casas y la internacionalización de las empresas españolas. El stock de capital acumulado por el sector público en la década de los ochenta casi en exclusiva ha dejado paso a la iniciativa privada, que ha sido la verdadera protagonista de los catorce años de crecimiento que suma la economía. Pero este activismo económico no ha sido gratis: las familias españolas han llegado a los umbrales de endeudamiento comunes en las economías maduras y las empresas han echado mano de la financiación ajena como nunca lo habían hecho antes.

Cuando las circunstancias cíclicas elevan los tipos de interés, pueden aparecer dificultades para las familias y para las empresas. Pero ninguno de los agentes económicos que inicia procesos de inversión debe considerar que se ha equivocado. Todo lo contrario: precisamente en la iniciativa emprendedora está el progreso y la explicación de por qué España y la renta de sus habitantes es más próspera hoy que ayer.

Las grandes corporaciones españolas han marcado la tendencia inversora en los diez o doce últimos años, primero con compras en Latinoamérica y después con operaciones más selectivas en las economías más sólidas del mundo. Tras las adquisiciones de bancos en Argentina, Brasil, Chile o México, las multinacionales hispanas han echado raíz en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia o Europa del Este. Pero estos proyectos de primer nivel protagonizados por Telefónica, Santander, Abertis, ACS, Ferrovial, Repsol o Aguas de Barcelona han acumulado niveles de deuda poco habituales en los balances de estas sociedades.

Los dos últimos años, con velocidad de crucero en la economía mundial y coste razonable de la financiación, han demostrado que sus proyectos de expansión son plenamente viables. Los últimos resultados empresariales conocidos esta semana hablan por sí solos de la calidad de los negocios adquiridos con los recursos prestados. Sin embargo, la crisis financiera ha irrumpido en el escenario y ha ensombrecido las expectativas. Aunque las empresas españolas que cotizan en el Ibex son grandes generadoras de caja, las dudas han asaltado al mercado y han castigado sus cotizaciones. Ni siquiera la crisis financiera mundial pone en cuestión los fundamentos de las empresas; únicamente examina con una lupa más poderosa sus balances y su gestión.

Pero la resistencia de las empresas no es eterna, como tampoco lo es la de los particulares. Las autoridades monetarias y económicas deben agitar los resortes a su alcance para que los afectados por el maremoto financiero, bancos y aseguradoras fundamentalmente, afloren cuanto antes los activos dañados. Es la única operación que puede acabar con esta metástasis financiera que tiene paralizados los mercados de liquidez y que puede llevar a la economía mundial a una crisis económica de costes incalculables.

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