El escándalo Liechtenstein
No sólo nombre de película, sino también guión y personales de película. El agente secreto, el DVD con toda la información y la garganta profunda infiltrada en las catacumbas de la evasión fiscal. La recaudación de impuestos se ha convertido en una profesión con glamour en Alemania.
El caso de la evasión de capitales a ese reino localizado en las montañas ha removido los cimientos del capitalismo alemán, un hecho poco verosímil en estos tiempos que corren. A los que soportan la parte del león de los impuestos, es decir a los que cobran cada mes su nómina, no ha parecido gustarles demasiado saber que millonarios dirigentes de grandes compañías o gestores de grandes patrimonios colocaban el dinero en cuentas ocultas en un principado alpino que usa el franco suizo como moneda corriente. Aunque lo realmente sorprendente es que alguien se sorprenda por esta clase de noticias.
El movimiento del Gobierno alemán parece bien ejecutado, aunque los vericuetos del poder no son precisamente previsibles. Pero Alemania ha logrado colocar el tema de la evasión fiscal en primer plano y, lo que quizá sea más importante, ha transmitido a la opinión pública una escala de prioridades distinta a la que se acostumbra. Porque lo habitual, al tratar de la fiscalidad de las grandes fortunas, es que los poderes públicos primen el temor a la fuga de patrimonios a los paraísos fiscales y acaben, por tanto, mimando más a quien más tiene, o a quien puede pagarse mejores abogados.
La propia Alemania, hace menos de cinco años, puso en marcha una amnistía fiscal, un programa de repatriación de capitales evadidos con el gancho de un tratamiento más benévolo del delito. Medidas similares se han tomado últimamente en Grecia, Italia o Bélgica. En España la última amnistía fiscal data de 1991. Aunque en este caso no se suele hablar del efecto llamada.
La teatralidad de este caso quizá no venga mal. Los delincuentes de cuello blanco siguen teniendo una gran prebenda por encima del resto de los delincuentes: la tolerancia social. Y no sólo se trata de evadir impuestos; de recalificaciones urbanísticas está la costa española llena, y los pocos cargos públicos que han pisado la cárcel lo han hecho aclamados por sus simpatizantes.