Con pasado, en Bodegas Murrieta
Le apasiona el mundo del vino. Y más que en el despacho, a María Vargas, nacida en Haro (Logroño) hace 36 años, ingeniera agrónoma y directora de Bodegas Marqués de Murrieta, lo que más le gusta es pasear por las más de 300 hectáreas de viñedo propio, donde conviven distintas uvas como las tintas tempranillo, garnacha, mazuelo o graciano, y las blancas garnacha blanca, viura y malvasía; pisar la tierra, ver los colores que cambian con las estaciones. Es su vida y no la concibe de otra manera. Su primera vendimia en la compañía la recuerda como si fuera hoy: fue en 1995 y trabajaba en el departamento técnico de la bodega. 'Era mi primer trabajo y no tenía responsabilidad definida'.
En el año 2000 fue nombrada directora técnica de la bodega, y desde entonces ha asumido la obligación de transmitir el saber hacer de la empresa. 'Es importantísimo para que se mantengan los estándares de calidad'. Marques de Murrieta es una de las bodegas españolas con más solera, ya que fue fundada en 1852, cuando Luciano de Murrieta inició el comercio de sus vinos en el Nuevo Mundo. En los años ochenta fue adquirida por la familia Creixell, encargada de su impulso y modernización.
'Trabajamos con un producto natural y, por tanto, hay que ver cómo vive y se desarrolla. Tenemos un gran cometido, ya que somos bodega fundadora de Rioja, que es mantener la calidad y la estabilidad. Tenemos una consigna, que es cuidar el campo, y hemos de mantener cada finca en las condiciones más óptimas. El estrés no es bueno para los viñedos porque se acaba transmitiendo al vino'.
'Al trabajar a largo plazo, los movimientos que haces tienen que estar muy pensados'
María Vargas habla a gran velocidad, pero transmite calma, la misma que, asegura, ha de tener la uva. Domina todos los conceptos y nada de lo que acontece en este espacio tiene secretos para ella. Es inquieta. 'El trabajo en una bodega es un no parar, has de controlar todo el proceso, dirigir la crianza, que es la que define y da forma al vino'. Le pone alma a todo lo que dice. Por ejemplo, 'las esperas en barrica son bonitas', que como mínimo son de 18 meses, a los que hay que añadir al menos un año en botella, y otros tres en caso de un gran reserva. Y lo que más le gusta es estar ahí, controlando el caldo, 'catándolo, sacándolo de pronto para ver si se define, y dejándolo tranquilo'.
La uva que está ahora plantada no verá sus frutos hasta dentro de cuatro años. Lo mismo sucede con un viñedo, que tarda diez años en estar a pleno rendimiento. 'Es un trabajo a largo plazo, los resultados no son inmediatos, pero todo sucede de manera rápida. Ahí está la gracia, porque durante la espera puedes ir mimándolo, haciendo que tenga personalidad, siempre sin perder la identidad de la bodega'.
Para poder desarrollar este trabajo lo único que se requiere, según Vargas, es implicación. 'Como trabajamos a largo plazo, los movimientos que haces tienen que ser muy pensados, hay que trabajar siempre bajo la reflexión, ya que todo ha de ser comprobado y analizado previamente'. También reconoce que el mundo del vino es muy intuitivo, pero 'además te permite ser muy analista'. Y añade que cada año es diferente 'porque las uvas son distintas en cada vendimia, por tanto, es importante analizar y percibir lo que sucede en ese momento'.
María Vargas necesita trabajar con seres vivos, 'me gusta que tengan capacidad para cambiarlas'. Su destino profesional se marcó en la infancia. 'En mi casa había una sierra de madera y lo veía todo tan rutinario que no me imaginaba que mi vida iba a ser así, pero también tenía a mi favor que en mi casa todo se celebraba con vino, así que siempre he estado familiarizada'.
Entra a trabajar a las ocho de la mañana, a esa hora se pone a funcionar el área agrícola de la bodega, las zonas de producción, el embotellado y el de análisis. 'Todo tiene que ir al mismo ritmo y coordinado'. La jornada de Vargas nunca termina.
Amplio espacio para aliviar tensiones
El despacho que ocupa María Vargas es amplio, con solera. Pasa mucho tiempo en él, 'demasiado, porque el día a día te obliga a ello'. Aun así, procura estar lo máximo que puede en la bodega. 'Mirar los viñedos me da tranquilidad, y en el despacho necesito amplitud porque así me permite aliviar tensiones'.
Los muebles son antiguos y cobijan numerosos papeles, libros, botellas y utensilios para el vino. Una herramienta fundamental es el ordenador, es 'importantísimo para guardar toda la información que necesitamos porque tenemos muchos temas abiertos, como compras, exportaciones el vino de Murrieta está en más de 50 mercados, reuniones'.
Confiesa que es menos ordenada de lo que quisiera. 'Pero lo más importante es tener disciplina en el trabajo'. Según Vargas, las nuevas tecnologías han revolucionado el mundo del vino. 'Por ejemplo, ya es impensable hacer una vendimia sin teléfonos móviles. Con la tecnología medimos el viento, la lluvia, la temperatura de un depósito'.
Si tiene que destacar un objeto entrañable para ella es el libro de variedades de uvas internacionales, 'es el resultado previo a lo que hay en el campo'.