Productividad de la buena
En el cuarto trimestre de 2007, la economía española creció el 3,5% interanual, según los datos de Contabilidad Nacional Trimestral publicados por el INE. Tras este importante crecimiento se observa la aceleración de una variable clave para el futuro de la economía española, la productividad. En el cuarto trimestre de 2007, la productividad de la economía de mercado creció un 1,3%. El crecimiento del PIB descansa en la evolución del empleo y de la productividad. Como es lógico, los ciudadanos se preocupan porque el crecimiento del empleo sea suficientemente elevado para reducir la probabilidad de caer en desempleo. A esta preocupación los economistas añadimos otra e insistimos también en el crecimiento de la productividad, puesto que a largo plazo es el determinante fundamental del crecimiento de la renta per cápita. Parafraseando a Paul Krugman, 'la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo', puesto que el crecimiento del factor trabajo se encuentra limitado por el pleno empleo, pero no se conocen los límites a la capacidad humana de producir cada vez más y mejor.
Como se observa en el gráfico, desde mediados de los años noventa el empleo en la economía de mercado ha crecido mucho y sostenidamente, mientras que la productividad lo ha hecho a tasas muy reducidas e incluso negativas, en algunos años. Sin embargo, desde 2006 la economía española está rompiendo con el comportamiento tradicional de las dos décadas anteriores, según el cual la productividad era contracíclica: crecía en las recesiones cuando se destruía empleo y disminuía en las expansiones. Era 'productividad de la mala'. La publicación de los datos para 2007 de la Contabilidad Nacional confirma las esperanzas sobre la aceleración de la productividad. En 2006 y 2007 la productividad ha crecido por encima del 1,1% y lo ha hecho de manera compatible con tasas elevadas de creación de empleo, por encima del 2,5%.
Esta aceleración de la productividad es coherente con el cambio de patrón de crecimiento, basado en una mejor composición del mismo (la inversión en bienes de equipo creció en el cuarto trimestre significativamente por encima del consumo, 8,6% frente a 3,1%, respectivamente), en un aumento del crecimiento potencial de nuestra economía y en la reducción de la aportación negativa del sector exterior (que detrajo al PIB -0,4 puntos, frente a -1,2 de media en 2006). Y sienta las bases para continuar con la recuperación de la competitividad.
Sin duda, la historia reciente de esta economía es la de un éxito colectivo. Hace algo más de una década, el reto era aumentar la ocupación en una economía en la que el elevado desempleo y la baja tasa de actividad eran los principales problemas. Para una economía cuyos registros laborales se resumían hace 15 años en 12 millones de ocupados y tasas de desempleo en el entorno del 20%, ha sido un éxito sin paliativos llegar a los 20 millones de ocupados y a tasas de paro del 8%, similares a las de la UE. A partir de ahora, la capacidad futura de crecer y seguir alcanzando mayores cotas de bienestar dependerá fundamentalmente de la productividad, variable sobre la que la política económica tiene efectos muy importantes.
En esta legislatura ya se han dado pasos muy importantes para ir recuperando el crecimiento de esta variable y ahora se empiezan a recoger los frutos de estas políticas. Lo primero que se necesita para impulsar la productividad es que el terreno de juego esté en buenas condiciones para que los actores principales, empresarios y trabajadores del sector privado, desarrollen en él todo su talento.
Para ello, una regulación adecuada y la estabilidad macroeconómica son factores fundamentales. El papel estabilizador de la política fiscal española durante la expansión de estos últimos años, precisamente cuando a los gobiernos les cuesta más aplicar política contracíclicas, ha sido una referencia a nivel internacional. Pero el sector público también puede, y debe, impulsar el dinamismo de empresarios y trabajadores. Contribuyendo a mejorar su formación y dotándoles de los mejores equipamientos para que su talento pueda desarrollarse más eficientemente. En esta legislatura se ha realizado una apuesta sin precedentes por aumentar la inversión en I+D+i, se han hecho importantes progresos para extender la formación y mejorar la calidad del capital humano, y se han logrado avances muy significativos en materia de infraestructuras.
Una gestión presupuestaria prudente y eficaz ha permitido orientar el gasto hacia estos elementos que impulsan la productividad de la economía. Los próximos años exigen continuar con el esfuerzo que requieren todas estas políticas.
En conclusión, los datos que acaba de publicar la Contabilidad Nacional Trimestral proporcionan elementos esperanzadores para el futuro. La recuperación de la productividad se ha producido con tasas de crecimiento del empleo elevadas. æpermil;sta es, por fin, 'productividad de la buena'. Es la que permite sostener crecimientos elevados sin tensiones inflacionistas, la que permite aumentar la competitividad, reduciendo aún más la necesidad de financiación de la economía española. Y es el tipo de productividad que permitirá aumentar a largo plazo el bienestar de los ciudadanos, que es lo que verdaderamente importa.
David Taguas Director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno