Un hito para el transporte
Hoy, que empiezan a circular comercialmente los AVE entre Madrid y Barcelona, es un día de celebración: implica un gran avance para el transporte en España. Aunque el primer tren de alta velocidad español, el Madrid-Sevilla, fue el aldabonazo, esta línea supone un verdadero hito al acercar las dos mayores ciudades españolas y, sobre todo, porque aproxima la alta velocidad a la frontera francesa y, por extensión, a Europa.
Las obras han supuesto un reto de ingeniería por su complejidad, pero especialmente un desafío político a causa de las numerosas desavenencias entre los partidos políticos. Un triste espectáculo, porque ante las grandes infraestructuras que sirven para unir, no se debe jugar a separar con el único fin de obtener tajada electoral. Es deseable que se haya aprendido la lección y que no se repita para futuros proyectos. Porque las ventajas de la alta velocidad son evidentes, y más en un país como España, donde las distancias son idóneas para este tipo de trenes. El AVE, además, se ha mostrado como un importante dinamizador para la economía y el desarrollo regional allí donde se implanta.
Cerrado este capítulo político, hoy es un día para felicitarse no sólo en Madrid y en Barcelona, sino en toda España. La línea que hoy se inaugura también acerca Cataluña y Aragón con Andalucía y Castilla-La Mancha, cuyas líneas se conectan en Madrid acortando el tiempo del viaje entre estas regiones. Pero, sobre todo, hay que felicitarse porque el desarrollo de esta modalidad de ferrocarril seguirá imparable, ya que para los próximos cuatro años se calcula que se sumen otros 1.000 kilómetros de vías a los 1.500 existentes hoy.
No es exagerado, hoy, hablar de que el nuevo AVE supone una revolución en el transporte peninsular, tanto de viajeros como de mercancías. La liberación de las líneas convencionales donde coincidan con la alta velocidad permitirá un mayor desarrollo de las mercancías por ferrocarril. Eso debería suponer un abaratamiento de los costes para las empresas, un desahogo de muchas de las autovías hoy saturadas y una mejora del medio ambiente, pues la eficiencia energética del tren es muy superior a la de otros medios de transporte. El AVE a Barcelona y las futuras líneas que se abrirán van a exigir la revisión de las estrategias de las aerolíneas nacionales, a las que les llega una dura competencia en los destinos domésticos peninsulares. Todo ello deberá redundar en un incremento de las dosis de eficacia en las empresas.
Renfe, por su lado, tiene que demostrar que la explotación de la línea puede y debe ser rentable. Las decenas de miles de billetes ya vendidos para el trayecto que hoy se abre auguran un éxito. El coste de la infraestructura -propiedad de Adif- no debe contabilizarse en su cuenta de resultados, como no se imputa a las compañías aéreas la construcción de los aeropuertos ni a los camiones las autovías. No obstante, la gestión debe ser lo suficientemente saneada como para poder pagar los cánones correspondientes al operador de la red por el uso de la infraestructura y, además, dar beneficios en su división del AVE. Porque la alta velocidad tiene todas las características para ser competitiva.