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Análisis

Todos los esfuerzos, al servicio del futuro

España ha demostrado dinamismo cada vez que ha aflojado un corsé proteccionista. El instrumento que más dedicación e inversión necesita para tener un futuro próspero es la educación

España no ha culminado el tránsito de una economía protegida a una liberalizada. El tronco proteccionista del franquismo sigue firme en muchos comportamientos socioeconómicos, y debe ser plenamente demolido para que los agentes económicos se expresen en plena libertad. La reforma continua que exige la estructura económica debe ser estimulada por los Gobiernos, en contra de las opiniones interesadas de cada colectivo, como única garantía de progreso. Liberalización, competencia y transparencia. Con tres atributos toda política económica tiene garantía de éxito.

España mantiene oligopolios en servicios al público; protege con barrreras de entrada varios mercados para lucro de sus actores; y ampara y financia uno de los niveles de subvenciones fiscales más altos del entorno (uno de cada cinco euros que gasta el Estado). Además, la sociedad, maniatada a veces por prejuicios ideológicos, permite que el sistema educativo presuma de los mejores niveles de preparación de la historia, cuando esconde un pobre aprendizaje en las disciplinas elementales. Y por si fuera poco, sobrevuela en el subconsciente colectivo la especie de que el progreso y enriquecimiento es perverso, lo que conduce a un destierro peregrino del espíritu emprendedor.

Mentalidad

La primera reforma estructural que debe acometer todo Gobierno, y no parece que se respire en ninguno de los programas, es un cambio de mentalidad en el funcionamiento de la sociedad y su desempeño económico. Tal catarsis debe comenzar por el sistema educativo, que debe aparcar los prejuicios ideológicos y, en alianza de docentes y ciudadanía, debe buscar la excelencia que recupere el premio al esfuerzo y al mérito, así como el respeto al conocimiento y a quien lo imparte. Que destierre, en definitiva, un escalafón de valores en el que es más admirado un albañil (nada contra ellos) que un profesor de instituto.

La producción es ahora global. La Tierra, plana. La economía, única. Por que la tecnología, el capital, la información y los movimientos demográficos así lo quieren. Por eso en el futuro la mejor herramienta de superación del estatus económico en países como España, que no son industriales ni financieros, es el conocimiento. Debemos desechar la extendida idea de que España será país de servicios y tierra de retiro para europeos. Primaria, secundaria, universitaria y profesional: los cuatro escalones educativos deben ser revolucionados y conectados con la economía. Sólo tienen porvenir los países que miran más allá del horizonte e invierten más en el futuro (sus jóvenes) que en el pasado (sus mayores).

Los recursos fiscales

Esa sola reforma (la mentalidad del conocimiento) transformaría el país en una generación. El debate acerca del modelo de crecimiento se termina con un cambio radical en el sistema formativo. Esa ha sido la apuesta en la que ya han triunfando países emergentes como India, que exporta conocimiento e importa procesos productivos por la calidad de sus jóvenes.

Los recursos financieros están disponibles sin subir la imposición tributaria. Basta con eliminar de los presupuestos la ingente cantidad de subvenciones fiscales (más de 50.000 millones este año), que sólo sirven para trastornar el funcionamiento del mercad y los precios de sus bienes, como ocurre con la vivienda, la previsión financiera, o la agricultura.

Además, los administradores deben eliminar las barreras a la iniciativa económica, tanto normativas como políticas o físicas, así como los estímulos a la pasividad y a sobrevivir del oxígeno del Estado, de cuyas conductas la sociedad y la economía están plagadas.

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