Los beneficios dan valor a la Bolsa
El beneficio de las empresas cotizadas es la variable más directamente relacionada con el precio de las acciones en el largo plazo y es la referencia fundamental para los inversores. Los resultados de las empresas son la síntesis de la situación económica y del desenvolvimiento de las compañías, y los precios de las acciones recogen, además, las expectativas generales de la actividad y de la propia empresa. Este componente adicional es precisamente el que modifica las cotizaciones cada día y el que coloca la capitalización de cada compañía por encima o por debajo de su valor real.
La explicación a la fuerte caída de la Bolsa en las semanas transcurridas de este año es precisamente el cambio de expectativas de los inversores acerca de la situación económica en todo el mundo, con un sesgo muy pesimista, ya que los beneficios esperados por las empresas no han cambiado, o no lo han hecho con semejante virulencia. En 2007, más de la mitad de los valores del Ibex 35 registraron caídas en sus cotizaciones, pero los beneficios agregados crecieron un 13% sobre los cosechados en 2006. Y en 2008 casi todos los valores del índice registran pérdidas (excepción hecha de Sogecable, Gas Natural y Grifols) que se mueven en torno al 15%, pese a que el consenso de los analistas estima que las empresas registrarán este año también beneficios récord. Crecerán de forma muy limitada, en todo caso.
Lógicamente, en el mercado los precios de las compañías están muy condicionados por los efectos de la crisis financiera desatada en EE UU, cuya completa dimensión casi un año después de iniciarse las hostilidades aún se desconoce. Mientras tanto, la incertidumbre gobierna las salas de contratación y la volatilidad hace y deshace en las sesiones abiertas, a golpe de hechos relevantes en los que los bancos afectados afloran poco a poco los activos dañados por las subprime. Mientras las empresas financieras se retratan con sus cuentas de resultados, las no financieras viven en vilo, porque la sequedad de liquidez en los mercados pone contra las cuerdas sus proyectos de expansión y la refinanciación de la avalancha de operaciones corporativas planteadas en los últimos años.
Pero España es claramente diferente. Forma parte de la economía global, es cierto, pero la política supervisora del Banco de España y la gestión profesional de los bancos ha mantenido sus balances al margen de la contaminación. No así de los vaivenes bursátiles, porque los inversores extranjeros, dueños de buena parte del capital de las grandes cotizadas españolas, no discriminan y no han separado el grano de la paja. Cuando finalmente lo hagan, todo indica que los beneficios tendrán de nuevo el favor de las expectativas y el precio (las cotizaciones) se acercará al valor.
Es verdad que las dudas sobre la profundidad de la desaceleración en España no están resueltas y que seguramente dependerá de la duración de la crisis financiera en el mundo. Pero las empresas españolas tienen, en general, muy buenos equipos de gestión, atractivos proyectos de expansión en marcha y solidez económica para financiarlos. Cuando escampe, el beneficio volverá a ser la referencia y el valor.