'Hay que ser responsable con el empleo'
Para esta ejecutiva es muy difícil separar la empresa de la familia. Asegura que delega, pero firma todos los documentos de la compañía. Se vio obligada a gestionarla y lo hace con ahínco. Su compromiso es de por vida
La entrevista se celebra en la fábrica que Galletas Gullón tiene en Aguilar de Campoo (Palencia), el pueblo que huele a galleta. María Teresa Rodríguez, nacida en esta misma ciudad hace 65 años, advierte que no le gustan las entrevistas. Es la primera vez que se presta a una y aclara que será la última. 'No me gusta que la gente me conozca. Sólo aparezco en actos relacionados con la empresa; yo prefiero pasar inadvertida y que nadie me reconozca'. Es sencilla, a veces se le humedecen los ojos, sobre todo cuando recuerda el momento en el que tuvo que hacerse cargo de la empresa: fue en 1983, cuando su marido falleció en accidente de tráfico, se quedó viuda con cuatro hijos de entre 6 y 13 años y heredó la fábrica de galletas. Hoy tiene en plantilla a 780 empleados, vende 90 millones de kilos de galletas y factura 120 millones de euros.
¿El mayor logro de Gullón es haber mantenido la empresa en manos de la familia?
Sí, es una prioridad, pero también lo es haber conseguido una compañía con la estructura habitual, totalmente profesionalizada. Tenemos un director general, que es quien toma sus propias decisiones y nombra a su equipo directivo. Después está la familia, que es la que supervisa. A mí me gusta la compañía que tenemos. Me ha gustado siempre porque hemos ido evolucionando y avanzando con el tiempo.
Cuando usted tomó las riendas de la compañía sabía poco de gestión.
Mi marido falleció en accidente de tráfico en 1983 y heredé entonces la fábrica, así que no me quedó más remedio que aprender, aunque yo siempre había estado muy involucrada en el negocio porque siempre le acompañaba en sus viajes. Pero después todo cambió y no me quedó más remedio que aprender.
El ejemplo de su marido, ¿le sirvió?
Totalmente. Era un empresario nato, su dedicación al negocio era total. Me encantaba la forma de ser de mi marido, era creativo, sociable y emprendedor. Todos estos factores contribuían a la buena marcha del negocio, y yo he aprendido de él todo esto, que es lo que nos ha servido para que una compañía como la nuestra, enmarcada dentro del sector industrial, permanezca viva y ya en la cuarta generación.
No es fácil que las empresas sobrevivan a sus fundadores.
En el caso de Gullón, empezaron los abuelos de mi marido con un pequeño obrador de pastelería en Aguilar de Campoo, y después fue creciendo poco a poco. Lo bueno es que en este lugar había cinco fábricas de galletas, todas ellas familiares y con muchas sinergias entre ellas. Hubo un contagio para desarrollar la zona y que se convirtiera en referente industrial del sector. La mitad de la producción de galletas que se consumen en España se fabrican aquí. Y tenemos como gran orgullo que la única empresa que todavía sigue en manos de la familia es Gullón. El resto están gestionadas por multinacionales.
¿Y ése sigue siendo su mayor aliciente?
Por supuesto. Yo estoy enamorada de este proyecto porque nos permite seguir innovando e ir en sintonía con las nuevas tendencias de alimentación. Pero otro de los motivos de orgullo para nosotros es que con esta empresa seguimos colaborando a crear riqueza en Aguilar de Campoo. En esta zona podemos decir que no hay paro y nosotros colaboramos a ello. Hay que ser responsable con el empleo. Tenemos a 780 personas en plantilla. Además, en esta empresa no se reparten beneficios porque todo lo que se gana se reinvierte en el negocio, y se mantiene la zona. Es importante que estemos constantemente innovando. En los últimos tres meses hemos lanzado 18 productos nuevos.
¿Es la mejor manera de seguir sobreviviendo?
Tengo claro que el negocio no se va a diversificar y que vamos a seguir elaborando galletas. Yo mantengo el refrán de 'zapatero a tus zapatos'. Es importante no perder el rumbo, aunque siempre es un aliciente introducir novedades, pero podemos seguir haciéndolo siendo especialistas en galletas. Tenemos en el mercado más de un centenar de productos, con una gran variedad de integrales, ecológicos, galletas para celiacos, bizcochos, salados. Son muchas referencias con diversas materias. Apostamos por la innovación y por departamento de I+D, al que dedicamos cerca del 4% de nuestra facturación. Es el alma de la compañía y uno de los que más me gusta porque en esta área es donde está el futuro de las empresas. Las repeticiones no te llevan a ningún sitio. Hoy día, o innovas o mueres. Nosotros apostamos por la alimentación sana y hemos sido pioneros.
¿En qué?
En 1969 ya lanzamos la galleta María integral, elaborada con fibra y harina integral. Además, yo no como carne y decidimos prescindir de las grasas animales y hacer una galleta con grasas naturales. Nos hemos adelantado a esa tendencia porque a mí siempre me ha preocupado la salud. Hemos sido los primeros en poner azúcar de caña en nuestros productos. Pero no hay que hacer nada especial para ver este tipo de cosas, sólo aplicar la lógica y el sentido común. Y tener un buen equipo, que hace bien su trabajo, con sencillez. El secreto de todo éxito está en hacer las cosas bien.
En época de fusiones y adquisiciones, ¿ha pensado en adquirir alguna compañía para seguir creciendo?
Siempre que la empresa se dedique al dulce podemos hablar, aunque nuestro objetivo es seguir creciendo de manera orgánica más que en adquisiciones. Esto es lo que conocemos y lo que vamos a seguir haciendo. Yo soy muy golosa, aunque siempre hago la promesa de que no voy a comer mucho. Y siempre estoy haciendo reflexiones sencillas sobre los productos que tenemos, siempre estoy ofreciendo ideas, que luego se pueden aplicar.
¿Cuáles son los pilares sobre los que se sustenta la compañía?
La seriedad, la formalidad y el respeto al cuadro de mando. Al haber profesionalizado la gestión, no siento el peso de la compañía. No me siento agobiada por la empresa, el peso lo tenemos repartido. Para mí, más que un trabajo es una afición.
Cuando su marido falleció y tuvo que hacerse cargo del negocio, ¿notó en algún momento desconfianza por parte de la plantilla?
No la he sentido mucho. Tengo que decir que nunca me he sentido sola. Al principio, hubo momentos de incertidumbre porque nadie sabía lo que iba a hacer, aunque mi prioridad ha sido siempre sacar adelante el proyecto. Pudo haber cierta desconfianza sobre el futuro, pero lo que también he hecho ha sido involucrar a mis cuatro hijos en el negocio familiar. Siempre les he inculcado responsabilidad y el amor por la empresa.
¿Qué hace para mantener al equipo a su lado?
Dejarles hacer y tener confianza en que van a hacer bien las cosas. Tenemos un excelente clima laboral. La rotación de directivos es muy baja. La antigüedad media en la compañía es de entre 12 y 15 años. El director general lleva en la empresa 30 años. Lo principal es tener respeto, dejarles hacer, sobre todo si los resultados son buenos. En los últimos diez años hemos crecido a doble dígito, el 30% de la producción la vendemos en Portugal, Italia, Estados Unidos, Canadá y ahora también en Francia. Pasamos del millón de kilos de facturación y exportamos a 60 países. Ahora apostamos por Marruecos. En China también vendemos, pero nuestro objetivo es consolidarnos como primer gran fabricante europeo.
Muchas empresas asentadas en España se están marchando a fabricar fuera del país, ¿alguna vez ha pensado en ello?
Nos han ofrecido dinero de otros sitios para irnos de Aguilar, pero lo que sucede es que esta zona era originariamente minera, y las minas han cerrado. Entonces, tenemos la responsabilidad de mantener el empleo en esta zona. Muchas familias viven de este negocio y no podemos defraudarles. Aquí hay familias galleteras y hay un gran saber hacer en cuanto a mano de obra, y eso no lo podemos desaprovechar. La responsabilidad social corporativa, de la que tanto se habla, pasa también por cuidar el empleo y por generar riqueza para el entorno. Lo que sí podemos hacer, y se ha evaluado en el consejo de dirección, es ampliar la fabricación en otros sitios. Aunque tenemos una fábrica moderna y de las más grandes de España, no descartamos ampliar el negocio en otras zonas.
¿Es muy conservadora en la manera de gestionar la compañía?
Considero que para crecer es importante tener raíces, es lo que te da fortaleza y seguridad. Nosotros somos continuistas en la forma de gestionar. Yo he aprendido muchas cosas del equipo y de sus conocimientos, pero también a base de experiencia. Es importante también la intuición. Que nunca te falle.
¿Es el consejo que le ha ofrecido a sus hijos?
A mis hijos les he aconsejado que en todo lo que hagan sean honestos y que sepan rodearse de buena gente. Lo mejor de tener profesionalizada la gestión es que puedes disfrutar de la empresa. Tampoco soy de las que impongo nada, ni a mis hijos ni a nadie. Todos nos sentimos una gran familia. Me gustan los discursos en tono suave, al comité de dirección lo considero de la familia, aunque cuando quiero algo no paro hasta conseguirlo. Soy muy tenaz.
¿Cree que la crisis que se avecina afectará al sector de la alimentación?
No lo sé, pero creo que nosotros, a pesar de la crisis, seguiremos vendiendo galletas. La galleta es más barata que el pan, así que no se dejará de consumir galletas.
Vender galletas hasta los fines de semana
Una vez concluida la entrevista, a la que asiste su hijo Félix Gullón, director comercial de la firma, María Teresa Rodríguez propone una visita a la fábrica. Y allí se transforma y no le importa que le hagan alguna fotografía. Pocas, advierte. Siempre es ella la que se encarga de enseñar a las visitas la fábrica, de más de 35.000 metros cuadrados, a los que suma un almacén de 18.000 metros. No necesita guía. Sabe cómo se elaboran, qué ingredientes llevan y en qué hornos se tuestan todos los productos.'Me gusta estar al pie de la obra, donde se cuece todo'. Los fines de semana los pasa en el despacho de galletas que la empresa tiene a la entrada de la ciudad. 'Vendiendo es como se conocen los gustos de los clientes. Es lo que más me enriquece, estar en contacto con la gente y con los productos'. El resto del tiempo disfruta del campo, de la bicicleta y de sus cinco nietos, a los que lleva a la fábrica.