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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El vaivén de los mercados

No sólo es que la volatilidad esté dominando los mercados, es que lo está haciendo con unos extremismos que no presagian nada bueno. En un comportamiento poco menos que ciclotímico, las Bolsas europeas se pasean entre el pánico y la euforia, a diferencia de Wall Street que, a pesar de mantener un comportamiento errático, lo hace con menos virulencia. Ayer, tocó subir y al unísono todos los índices europeos se pusieron de un verde intenso. El Ibex, el mejor de los grandes europeos, alcanzó un 6,95% de alza, la mayor de su historia. A ello contribuyó el impresionante tirón de Iberdrola, cuya acción subió un 16,7% empujada por la posibilidad de que la eléctrica francesa EDF realice una operación corporativa sobre ella, tal y como adelantó este periódico ayer.

Pero España no fue una excepción. El Cac francés se disparó un 6% y el Dax alemán, el 5,9%. Algo más discreta fue la Bolsa de Londres, con un 4,8%, o la italiana, con un 3,9%. Ayer no hubo grandes alicientes para semejantes subidas. El índice de confianza IFO alemán de enero fue mejor de lo esperado y ayer también se supo que China creció un 11,4% el pasado año, la mayor subida desde 1984. Poco importó que Joaquín Almunia anunciara que la Comisión rebajará unas décimas sus previsiones de crecimiento de este año para Europa. Simplemente, el mercado estaba ansioso de recobrar parte de las pérdidas acumuladas en esta semana y en este mes.

Por eso, este rebote no debe contemplarse como una nueva tendencia. La volatilidad seguirá marcando los mercados y, tal parece, que seguirá haciéndolo como un péndulo, con vaivenes extremos. No hay que olvidar que las mayores alzas se suelen dar en los momentos de crisis. Las Bolsas se han movido estos días a golpe de impulsos: el plan de Bush, la rebaja de tipos de la Fed o las palabras de Trichet sirven para hacer de las sesiones unas experiencias de infarto.

Ahora más que nunca hay que pedir cordura a los inversores -institucionales y privados- para no dejarse llevar por la corriente que toque ese día. Y a las autoridades, pedirles prudencia y mesura en sus declaraciones y decisiones. Tan malo es adoptar medidas movidas por el pánico de los mercados como despreciar el efecto que pudieran tener sobre ellos.

E, igualmente, hay que exigir un mayor control a los reguladores para evitar otros sustos que puedan hacer saltar el pánico de nuevo. En este sentido, en nada contribuye el esperpento de Société Générale en el que uno de sus empleados ha defraudado al banco por valor de 4.900 millones de euros, lo que contribuyó además a que con sus inversiones en mercados de futuros se acrecentaran las caídas bursátiles de esta semana.

Aunque se trata de un error de los controles internos del banco galo, no exime de culpa a las autoridades financieras francesas cuya inspección debería haber detectado semejantes irregularidades. Se suma así a la ineficiencia mostrada por la Fed, que permaneció impasible ante la enorme bola de nieve que crearon los bancos estadounidenses con las hipotecas subprime. Ahora le toca el turno a las aseguradoras monoline, cuya solvencia empieza a estar en entredicho. Los mercados no ganan para sustos.

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