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Tribuna
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Entre Hillary Clinton y Barack Obama

La imparable carrera de Hillary Clinton y Barack Obama para lograr la presidencia refleja el aparente rumbo de corrección de la política de Estados Unidos. Maltrecha su imagen exterior, una parte del electorado norteamericano ha decidido optar por la variante del cambio, aunque con matices.

En contraste con sus colegas demócratas (con la diferencia moderada de Bill Richarson, de madre mexicana) y de todos los pretendientes republicanos, Clinton y Obama serían una novedad de su entrada en la Casa Blanca. Hillary sería la primera mujer en los más de dos siglos de historia del país; Barack sería el primer negro. De llegar al poder, ambos podrían ser puestos como ejemplo de dos casos de discriminación positiva (affirmative action), política adoptada desde los años sesenta para elevar a mujeres y miembros de las minorías marginadas a los puestos que la sociedad aparentemente les había vedado.

Ambos casos pueden también leerse como oportunidades de curarse en conciencia por el balance tradicional de la cúspide del poder del país más poderoso de la tierra. Mucho se ha progresado desde la lucha por los derechos civiles de los tiempos de Martin Luther King y las reclamaciones de las feministas, pero todavía hay parcelas de influencia que aparentemente les están prohibidas a negros y mujeres. La captura de la Casa Blanca por una mujer o un negro sería una bendición para acostarse con la conciencia tranquila.

Ahora bien, a ambos les espera la tarea de desembarazarse del lastre que han cargado a unos pasos de la Casa Blanca. Para Obama, naturalmente, paradójicamente el demérito que muchos le echarán en cara es la otra vertiente de su origen racial. Lo que antes era una desventaja insalvable, en tiempos de cambio se convierte en lo contrario. Es como salir en una especie de pole a una carrera en la que otros ya compiten rezagados.

Obama va a ser precisamente acusado de haber llegado al lugar que ahora ocupa, principalmente por ser negro. Ser senador júnior y haberse graduado de abogado son honores compartidos por otros que no han tenido, ni tendrán, oportunidad de capturar la atención universal que él posee. Es, por decirlo mediáticamente, noticia.

Para Hillary el handicap es haber llegado a este nivel gracias a su experiencia de ser la mujer de un ex presidente, y no precisamente de uno mediocre y olvidable. Además, ella misma ya se destacó por su activismo y ser víctima de las veleidades de Bill. Es cierto: Hillary no es una novata; su expediente en el Senado ya es sólido. Pero no va a evitar la acusación de que ambos honores (carrera senatorial y candidatura presidencial) los debe a su marido. La sospecha de endogamia y ventajismo (presente en la vida política de Estados Unidos) planea en el ambiente. Recuérdese que Cristina Fernández respondió con su conocida contundencia que ella ya tenía una experiencia parlamentaria antes de ser la primera dama al lado de Kirchner.

Hillary y Obama se quieren beneficiar de ser la alternativa y el cambio, para borrar el impacto de la desgraciada presidencia de Bush, principalmente en la división anímica del país y en su destrozada imagen exterior. Pretenden presentarse como outsiders, opuestos al establishment. Clinton es la que más va a sufrir en demostrarlo; Obama no puede decir que un senador provenga directamente del barrio.

Al final, si esta pareja es la que se presenta a la convención demócrata, ya con los votos contados, la batalla pendiente es ver si el núcleo del partido considera que lo más importante es conseguir no únicamente elegir su candidato, sino que logre capturar el favor de los que normalmente votan republicano o se abstienen. En un país que, con la excepción del régimen de George W. Bush, se precia de no tener bandos ideológicos irreconciliables y donde los partidos son meramente coaliciones electorales, si el dúo se ofrece como la elección entre el centroderecha (Hillary) y el centroizquierda (Obama), la ventaja es de la ex primera dama.

Entonces solamente quedaría elegir al candidato a la vicepresidencia. De ser rechazada como no. 1, Hillary no se contentará con ser comparsa; ése secundario honor puede ser aceptable para Obama. El triunfo estaría garantizado.

Joaquín Roy. Catedrático Jean Monnet y director del Centro de la UE de la Universidad de Miami (jroy@Miami.edu)

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