El púlpito y el cepillo
La Conferencia Episcopal ha alcanzado con el Gobierno de Zapatero todos sus objetivos económicos aunque se ha guardado de hacer reconocimiento alguno, según el autor. En su opinión, la jerarquía eclesiástica piensa que en España puede ser decisiva para revertir la situación política
Ayer, en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, comparecía la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, para informar de las relaciones con la Iglesia. La comparecencia traía causa del debate suscitado tras la manifestación del 30 de diciembre en la plaza de Colón donde nuestros cardenales predilectos -Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, y Agustín García Gasco, arzobispo de Valencia- montaron un mitin contra el Gobierno al que acusaron de atacar a la familia, disolver la Constitución y erosionar los derechos humanos, todo bajo el pretexto de defender a la familia.
La vicepresidenta tenía que atender allí un doble frente. De una parte, el del grupo parlamentario popular, empeñado en hacer leña del Gobierno bajo la consigna del todo vale y todo aprovecha para el convento; de otra, el de los grupos parlamentarios, como Izquierda Unida o Esquerra Republicana de Catalunya, que han sido compañeros de viaje del presidente Zapatero durante la legislatura que ahora termina, erigidos en polo laico. El PP, dispuesto a no ahorrarse error alguno, decido a poner en marcha la maquinaria infernal para perder las elecciones, avanzaba con sus ofrendas de oro, incienso y mirra hacia el confortable portal de la Conferencia Episcopal. Los otros grupos de IU y ERC censuraban la debilidad y el entreguismo del Gobierno y exigían una respuesta a base de denunciar los acuerdos con el Vaticano de 1979.
Cualquier observador que haya seguido el desarrollo de las relaciones con la Iglesia durante esta legislatura advertirá que a cambio de ser inflexible en la denominación de matrimonio para las uniones de homosexuales, el Gobierno ha sido pródigo en concesiones. Como reconocía el profesor Fernando Giménez Barriocanal -titular de Economía Financiera y Contabilidad y decano de la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid-, a quien la Conferencia Episcopal designó vicesecretario para Asuntos Económicos en sustitución del inolvidable monseñor Bernardo Herráez, con el Gobierno de Zapatero han alcanzado todos sus objetivos económicos mientras que en los ocho años del PP bajo la presidencia de José María Aznar, llenos de deferencias y carantoñas, el progreso en ese plano fue igual a cero.
La vicepresidenta se ha hecho asidua de Roma para cuantas beatificaciones o capelos se han impuesto, sin cosechar más que desaires
Sin embargo la jerarquía eclesiástica se ha abstenido de hacer reconocimiento alguno. Y es que sucede lo que ya cantaba Manolo Escobar según recordaba un buen amigo periodista en el programa Hora 14 de la Cadena SER: 'Ni se compra ni se vende/ el cariño verdadero/ ni se compra ni se vende/ no hay en el mundo dinero/ para comprar los quereres'. Así que no quieren a Zapatero ni siquiera con dádivas tan relevantes como las que han recibido. Tampoco tienen grandes afectos a líderes de otros países pero se cuidan mucho de manifestar su desagrado porque estiman que son causas perdidas mientras que piensan que en España pueden ser decisivos para dar la vuelta a la tortilla.
De modo que la vicepresidenta se ha hecho asidua de Roma para cuantas beatificaciones o capelos se han impuesto, sin cosechar más que desaires en los brindis de la Embajada de España ante el Vaticano, mientras que el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se ha presentado de la mano de Carla Bruni, su nueva novia, a tomar posesión de su canonjía de la basílica de San Juan de Letrán, como primer magistrado de la hija predilecta de la Iglesia, sin recibir objeción alguna por su comportamiento ajeno a los valores de esa familia tradicional que el Papa Benedicto XVI promueve.
De nada ha servido que los presidentes del Gobierno del Partido Socialista, tanto Felipe González como José Luis Rodríguez Zapatero, hayan tenido una vida familiar irreprochable y hayan sabido distinguir entre la ampliación de derechos, por ejemplo el del divorcio, con la obligatoriedad de divorciarse.
La mejor intervención en el Congreso fue la de José Andrés Torres Mora que hizo un generoso reconocimiento a la comunidad católica y al derecho que todos tienen a manifestar sus opiniones críticas y cerró el paso a cualquier actitud de represalia por parte del Gobierno. Veremos.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista