Problema triple con los precios
El dato avanzado del índice de precios al consumo armonizado (IPCA) correspondiente a diciembre es peor de lo previsto: 4,3%, dos décimas más que en noviembre. Habrá que esperar al próximo 15 de enero para conocer en detalle el desglose que explique esta evolución al alza, pero parece obvio que la cifra supone un nuevo aumento del diferencial con los socios europeos, que además son los principales clientes.
Al indiscutible efecto negativo de este mal dato sobre la competitividad de los productos españoles se le añade ahora el renacido nubarrón de los precios del petróleo, de nuevo en cifras récord como consecuencia de nuevos focos de inestabilidad internacional. De este modo, la evolución de los precios, que según las previsiones debían reducir su crecimiento en los primeros meses del ejercicio recién comenzado, se enfrenta a un problema doble. Además de un petróleo que ya ronda los 100 dólares, se incorporará al índice la amplia gama de subidas en enero de precios de productos y servicios. Un panorama al que hay que añadir el impacto del encarecimiento de los alimentos, elaborados o no y poco explicables algunos, debido, aunque sólo en parte, al aumento del precio de los cereales.
La subida del precio del crudo -un 58% en el año- es combatible mediante una mayor reducción de la dependencia de los combustible fósiles. Y los alimentos requieren un examen profundo de la cadena de formación de los precios en el que las autoridades de Competencia ya han comprometido su palabra.
Pero en el horizonte de los precios asoma un tercer problema que las autoridades no deben ignorar. Es la preocupante evolución al alza de la inflación en el sector servicios, el menos sometido a la competencia. El dibujo estará completo cuando se conozca la inflación subyacente, que excluye productos energéticos y alimentos frescos, pero el cuadro no está para alegrías. El dato de diciembre recoge la mayor subida interanual desde que se inició, hace 10 años, la serie armonizada del IPCA y, de coincidir con el IPC general, será el peor desde 1995. Suficiente como para no caer en la trampa de las disculpas y poner manos a la obra, tanto desde el sector público como desde el privado.