¿Municipios sublevados?
Algún buen amigo periodista ha descifrado la propensión del Partido Popular a ennegrecer los pronósticos en el plano económico como un anticipo que contribuye a preparar con ahínco su derrota en las elecciones generales, a dos meses vista, el próximo domingo, 9 de marzo. Es ésta una actitud pepera a la que cuadraría muy bien la expresión 'triunfalistas de la catástrofe', acuñada por el almirante Luis Carrero Blanco cuando era presidente del Gobierno para escarnecer a la oposición democrática, que entonces andaba negándose a comulgar con las ruedas de molino de las excelencias franquistas y apuntándose a la denuncia de los abusos y a la reclamación de las libertades públicas y de las elecciones libres.
Convendría aceptar que se han terminado los espejismos del cuento de la lechera y que está concluyendo con relativo orden un ciclo ligado al ladrillo, que algunos pensaban de duración ilimitada y progreso exponencial. Pero cómo no sospechar de que en España se construyeran cada año más viviendas que en el conjunto de la Unión Europea, que la oferta creciera y creciera, acompañada en esa crecida por los precios, como si oferta y precios fueran variables independientes que nunca llegaran a verse afectadas por las necesidades reales y siempre tuvieran como estímulo imparable la colocación de un dinero fácil obtenido en condiciones de crédito muy favorables.
Al final, como predijo Ortega y Gasset, hemos comprobado cómo 'toda realidad que se ignora prepara su venganza'. Y la ley de la oferta y la demanda ha vuelto a salir por sus fueros, después de ser transgredida durante todos los años en que el sector de la vivienda ha crecido como una rueda suelta por encima de las necesidades, mientras simultáneamente aumentaban los precios por metro cuadrado construido.
Levantemos acta de que estamos al final de la burbuja inmobiliaria y de que a todos nos conviene que se produzca en forma de aterrizaje suave. El mercado europeo de cédulas hipotecarias, que está cerrado desde el pasado noviembre, no reabrirá hasta la segunda quincena de enero y entonces empezaremos a ver cómo se comporta, cuál es la profundidad del pánico, en qué proporción se basa en datos reales o en aprehensiones psicológicas y la magnitud de los efectos que arrastra.
Entre tanto, los próceres enladrillados que se sienten más afectados -con concursos de acreedores, suspensiones de pagos o quiebras a la vista- presionan sobre Moncloa para que las cajas sigan aportando financiación y pintan un horizonte infernal en caso contrario.
Por el momento, donde tiene mayor incidencia la desconfianza es entre los propios bancos, que se adelantan a recelar en torno a la salud de los activos de sus competidores. Por eso no se prestan dinero entre ellos, con el consiguiente estrangulamiento del sistema. Pero los augurios de algunos de estos arúspices están demasiado contaminados por sus propios intereses y conviene distinguir nuestra situación de la desencadenada por las subprime en Estados Unidos y países concomitantes.
Aquí, primero tenemos la defensa del euro; segundo, contamos por primera vez con ahorro público merced al superávit en las cuentas del Estado y de la Seguridad Social, y tercero, más de un tercio de las cuentas de resultados del 90% de las empresas del Ibex procede de facturaciones en el exterior.
Otra cosa es que las vísperas electorales hayan desencadenado una puja para ver quién ofrece mayor rebaja de impuestos y mejores prestaciones a los pensionistas, a los jóvenes, a los mayores, a los dependientes o a los alopécicos. Como si las arcas del erario público se llenaran con un maravilloso maná caído del cielo. Pero eso de 'ojalá que llueva café en el campo' queda para las canciones de Juan Luis Guerra.
Mientras tanto, el alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, se ha convertido en el pionero de lo contrario y ha subido los impuestos y las tasas municipales. Un camino que otros deberán imitar, una vez que la financiación municipal pase a ser insostenible por cuenta de las recalificaciones urbanísticas. ¿Veremos a los municipios sublevados?
Miguel Ángel Aguilar, Periodista