_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Revitalizar el control de armas

Rusia siempre ha estado comprometida con un proceso de desarme y de control armamentístico más profundo. Hemos contribuido enormemente a mejorar la estabilidad estratégica y regional reduciendo las diferentes categorías de armamento, así como iniciando y respaldando diferentes medidas para aumentar la confianza. Rusia lo hizo incluso en las difíciles circunstancias económicas de los noventa.

Durante muchos años, el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), firmado en 1990, fue una piedra angular de este sistema. Hoy en día ha quedado totalmente desfasado. La situación política y militar en Europa ha sufrido cambios drásticos. El pulso entre los dos bloques, que supuestamente debía regular el Tratado sobre FACE, ha desaparecido. El Pacto de Varsovia dejó de existir, mientras que la OTAN se ha ampliado en dos ocasiones durante los últimos años. Han surgido planes para desplegar bases militares estadounidenses en el territorio de los nuevos miembros de la OTAN.

Otro ejemplo. En realidad Rusia es el único país que está atado por restricciones absurdas de la época de la Guerra Fría: no se nos permite mover nuestras tropas libremente dentro de nuestro territorio porque el antiguo Tratado sobre FACE contiene disposiciones que se diseñaron para evitar que concentrásemos nuestros armamentos convencionales, retirados de Europa Central, a lo largo de la línea de contacto entre la Organización del Pacto de Varsovia y la OTAN en el norte y el sur de Europa. Hoy es difícil encontrar una explicación razonable para el hecho de que Rusia esté discriminada, en particular si se tiene en cuenta que los países de la OTAN ya superan -en 5.500 unidades- los límites máximos que imponía el Tratado sobre los armamentos convencionales en la zona del flanco que cubre el norte y el sur de Europa. Es más, la OTAN nos supera en el flanco sur en una proporción de 11,6 a 1 en tanques, de 4,8 a 1 en vehículos blindados de combate y de 8,3 a 1 en artillería.

Tras darse cuenta de lo absurdo de esta situación, los Estados pertenecientes al pacto firmaron, ya en 1999, un acuerdo de modificación del Tratado sobre FACE. Nosotros lo hemos ratificado. Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania han hecho lo mismo. Sin embargo, otros países, principalmente los miembros de la OTAN, han decidido no ratificar el acuerdo con pretextos artificiales. Insisten en que deberíamos cumplir primero los llamados compromisos de Estambul.

En 1999 se alcanzaron acuerdos en Estambul sobre diferentes aspectos de la seguridad europea, incluidos los relacionados con temas de las FACE. En particular, los Estados que forman parte del pacto, entre los que se incluyen miembros de la OTAN, prometieron hacer el máximo esfuerzo por garantizar que el Tratado sobre FACE modificado entrara en vigor lo antes posible. Varios miembros de la OTAN se han comprometido a reducir los límites de su equipo permitido. La Alianza expresó su intención de restringir el despliegue de sus fuerzas. Muchos de estos compromisos aún no se han cumplido.

En lo que respecta a Rusia, hemos hecho todos los esfuerzos para hacer posible la entrada en vigor del Tratado sobre FACE modificado. Hemos satisfecho todos los elementos de las disposiciones de Estambul que eran relevantes para el Tratado sobre FACE desde el punto de vista legal. No nos negamos a llevar a cabo el resto de los compromisos que asumimos fuera del alcance del Tratado. Como es natural, su ejecución no debería vincularse artificialmente al Tratado, sino que más bien debería emprenderse en formatos bilaterales y multilaterales teniendo en cuenta la situación en regiones específicas. Además, no todo depende exclusivamente de nosotros. Otros participantes de estos acuerdos tienen mucho por hacer.

La situación actual en torno al Tratado sobre FACE, que nosotros consideramos inaceptable, parece ser bastante satisfactoria al menos para algunos miembros de la OTAN, porque les permite mantener su superioridad en armas convencionales sobre cualquier Estado europeo que no sea miembro de la OTAN, incluida Rusia. Dicha superioridad lleva camino de aumentar en el caso de que la OTAN siga ampliándose, y la Alianza no oculta sus planes de hacerlo. Las acciones de los países miembros de la OTAN revelan claramente una estrategia: continuar viviendo en condiciones militares que les favorecen unilateralmente. Por tanto, no ven ninguna necesidad de poner en práctica el Tratado sobre FACE modificado.

Hemos expresado repetidamente nuestras preocupaciones y enfatizado la necesidad de restablecer la viabilidad del sistema de las FACE, la última vez en 2006 con motivo de la Tercera Conferencia de Renovación de las FACE y en la conferencia extraordinaria el pasado mes de junio. Lamentablemente, no desembocó en ninguna discusión seria. Lo que oímos fueron las viejas exigencias de los países de la OTAN de que Rusia debería poner en práctica los compromisos de Estambul por completo como requisito previo para la ratificación del Tratado sobre FACE modificado.

En los últimos meses se han celebrado más reuniones multilaterales y consultas entre Rusia y EE UU acerca de estos temas. Daba la sensación de que seríamos capaces de atraer la atención de nuestros socios hacia estos problemas. Incluso vimos algunos pasos en la dirección adecuada. Sin embargo, la discusión volvió a dar rodeos. Hicimos frente a los intentos de utilizar la situación actual, con el Tratado sobre FACE modificado, para prejuzgar soluciones a los problemas complejos y urgentes relacionados con los llamados conflictos congelados en el territorio de la antigua Unión Soviética, en particular Georgia y Moldavia.

Esto explica por qué la decisión de suspender (y no retirarse) el Tratado sobre FACE ha pasado a ser inevitable, dado que se han agotado el resto de los métodos para convencer a los socios de que se lo tomen en serio.

La moratoria no representa ninguna amenaza para la seguridad de los Estados europeos. Mientras se suspende la puesta en práctica de las obligaciones incluidas en el Tratado sobre FACE no pretendemos aumentar de inmediato nuestros armamentos convencionales. Nuestras acciones dependerán de la situación política y militar, incluyendo la voluntad de nuestros socios de imponer restricciones.

La moratoria supone, además, otro llamamiento a adoptar una mirada objetiva hacia el estado real de las cosas, a dar pasos colectivos concretos para enderezar la situación. Es un intento de reanimar el sistema de FACE para que refleje las nuevas realidades. Tras declarar la moratoria respecto del antiguo Tratado sobre FACE, aún esperamos que nuestros socios pongan fin a su propia moratoria, de hace muchos años, en lo concerniente a la ratificación del Tratado modificado.

La moratoria no cierra la puerta a seguir dialogando. Nunca le hemos puesto fin. Ansiamos proseguir en cualquier formato y momento. Nuestro objetivo fundamental es llegar a acuerdos de alta calidad, que refuercen la seguridad europea y la seguridad de cada uno de los Estados. Como es natural, tal empresa requiere un planteamiento realista y la voluntad política de todos los Estados que forman parte del Tratado sobre FACE. Este planteamiento es el único que nos permitirá desarrollar mecanismos reales y dar pasos auténticos para restaurar la viabilidad del sistema de control de armas en Europa.

Sergei Lavrov. Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia

Archivado En

_
_