Metrovacesa inicia una nueva etapa para volver a ser líder del sector
El consejo de administración de Metrovacesa aprobó ayer el nombramiento de Román Sanahuja, que pasa a controlar el 70,6% del capital, como presidente y la salida del cargo de Joaquín Rivero. La compañía ha puesto en marcha un plan para volver a liderar el sector mientras que Rivero competirá en Francia con Gecina.
El consejo de administración de Metrovacesa aprobó ayer el nombramiento de Román Sanahuja como presidente de la inmobiliaria. La junta general de accionistas del próximo día 19 tendrá que ratificar la medida. Joaquín Rivero, el hasta ahora presidente, abandona la compañía que ha llegado a ser la mayor de su sector en la Europa continental.
La medida obedece al pacto de escisión firmado por Rivero y Sanahuja. La familia Sanahuja, primer accionista de la inmobiliaria, retiene Metrovacesa y activos de Gecina (la filial francesa de la compañía española) mientras que Rivero se mantiene como presidente de Gecina -ya ha abierto una oficina de la empresa gala en Madrid- y logra también activos de Metrovacesa en España. Con Rivero dejará el consejo de administración de la empresa la mayoría de los consejeros, afines al empresario andaluz.
Según comunicó ayer la compañía, Sanahuja pasa a controlar el 70,6% de Metrovacesa. En el plazo de un mes lanzará una opa pactada sobre la compañía a 83,21 euros por acción (ayer cerró a 81,65 euros). El objetivo de esa opa es dar oportunidad de abandonar la empresa a los socios que lo deseen por lo que Sanahuja podría incluso superar el 80% del capital. No obstante su intención, explican fuentes de la compañía, es poseer un 50% del capital.
La quinta europea y la primera española
El 27 de julio pasado, Jesús García de Ponga, director general de Cresa, la sociedad de la familia Sanahuja, consejero delegado de Metrovacesa, presentaba el plan de la compañía para los próximos años. æpermil;ste terminaba diciendo que el objetivo era convertirse en la 'mejor inmobiliaria de Europa'.
Esa estrategia pasa por la consecución de algunos hitos como una ampliación de patrimonio en 1.250 millones de euros; una ampliación de capital por 500 millones y la introducción de nuevos accionistas. Una vez logrados, la compañía estima que se convertirá en la quinta inmobiliaria europea (tras British Land, Land Securities, Unibail y Rodamco y Fonciere y Beni) y en la primera española (Colonial sería la séptima inmobiliaria europea y Gecina, la octava).
El contexto en el que Sanahuja y Rivero inician esta etapa es distinto al que ambos vivieron cuando llevaron a Metrovacesa al trono del sector. Los tipos de interés son ahora más elevados, los efectos de la crisis subprime persisten así como los de la crisis inmobiliaria estadounidense y la desaceleración del sector español. Pero en peores plazas han toreado.
Una guerra a muerte que duró casi un año
Lo mismo Rivero y Sanahuja escenifican el término de esta etapa en Metrovacesa con un apretón de manos. Pero hace unos meses esa imagen era impensable. En marzo de 2006, la familia Sanahuja, primer accionista de la inmobiliaria, lanzaba una opa por un 20% adicional de Metrovacesa; la operación no fue comunicada a Rivero y ésta iba dirigida a apartar al empresario andaluz de la gestión de la compañía. Pero Rivero se revolvió y, junto con su socio en Metrovacesa Bautista Soler, respondió con una oferta mejorada. Ni Rivero ni Sanahuja depusieron las armas y ambos siguieron guerreando para acabar con el contrario. Finalmente no tuvieron más remedio que llegar a un acuerdo salomónico, el reparto de Metrovacesa, decisión que suponía que la compañía dejaba de liderar el sector en Europa. Entre los dos bandos hubo entonces acusaciones de espionaje que hasta, aseguraron entonces, llegaron a los juzgados, así como sospechas de teléfonos móviles pinchados. La desconfianza de la familia Sanahuja en la gestión de Rivero fue puesta de manifiesto en un comunicado público a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. No en balde se luchaba por una compañía que el propio Rivero valoró en 2006 en unos 15.000 millones.
Román Sanahuja. La constancia de la familia
Los hijos de Román Sanahuja, Román y Javier Sanahuja Escofet, acompañarán a su padre en el consejo de Metrovacesa. Sus otros dos hijos, Juan Manuel y Ricardo, arquitectos, también trabajarán para Metrovacesa. La familia catalana toma las riendas de la que quiere ser líder del sector en Europa. ¿Una multinacional en manos de una sola familia? A los que les asuste esta realidad tendrían que haber visto a los hijos de Román Sanahuja el año pasado, cuando se enfrascaron en una lucha sin cuartel por el control de Metrovacesa: los asuntos de la compañía eran asuntos de familia y eso supone una dedicación total. Ya Román Sanahuja siguió los pasos de su padre, también Román, uno de los constructores históricos de Barcelona, muy activo desde los años cincuenta ('hizo barrios enteros', dicen). La familia pasó sus peores momentos cuando inquilinos de edificios que había construido el primer Román Sanahuja se manifestaron ante las puertas de su casa para protestar por la aparición de aluminosis. Prueba superada. La saga continúa.
Joaquín Rivero. Un visionario curtido en mil batallas
Los viejos roqueros nunca mueren. El dicho es válido tanto para Román Sanahuja como para Joaquín Rivero. Los que alguna vez les han dado por acabados no sabían lo que decían. Y el que piense ahora lo mismo de Rivero por su salida de la presidencia de Metrovacesa también se equivoca. El empresario jerezano (1945), que a los 20 años montó su propia constructora, se mantiene como presidente de Gecina y ya ha abierto una oficina de la compañía francesa en Madrid. Respondió a la embestida de Sanahuja el pasado año poniendo sobre la mesa una oferta mejor que la de su competidor. Rivero estaba curtido ya en batallas tan duras como esa. Fusionó durante 2003 Bami y Metrovacesa tras salir ileso de una opa sorpresa sobre la inmobiliaria por parte de las sociedades italianas Quarta (Caltagirone) y Astrim (Marchini). En 2005, al frente de Metrovacesa, lanzó una opa sobre la francesa Gecina en una operación valorada en 5.500 millones de euros. Abría así una nueva etapa de consolidación del sector europeo.