El levantamiento del cadáver
Con el empaque que se le presupone a un juez de guardia, la agencia Moody's ha comunicado que prevé rebajar la calificación financiera a entidades de titulización de deuda con unos activos totales de 105.00 millones de dólares de los llamados SIV, o vehículos especiales de inversión. Son una suerte de fondos que venden deuda a corto plazo, por un lado, mientras por el otro compran activos como deuda hipotecaria. Una vez que la crisis subprime ha estallado, ningún inversor quiere la deuda respaldada por estos instrumentos, exponiéndolos a la quiebra.
Se podría atribuir a las firmas de calificación el sambenito que tradicionalmente se cuelga a los auditores, ese de 'son los que llegan después de la batalla para patear a los heridos', pero el mercado ya los ha pateado bastante. Según informaba ayer Bloomberg, estas entidades han perdido casi la mitad de su valor.
Por eso tanto el Tesoro estadounidense como la gran banca de inversión está trabajando en un gran fondo -llamado, en un alarde de originalidad, el superfondo- que se quede con la deuda de estos SIV, para evitar una cadena de quiebras que empeore la crisis crediticia. Algo que no sería muy distinto de esconder la basura debajo de la alfombra -con la expectativa de que dentro de unos meses se pueda sacar en cómodos plazos- pero tampoco significativamente diferente de la situación actual, puesto que la mayor parte de estos instrumentos está todavía fuera del balance de los bancos. Eso quiere decir que las entidades financieras no han sufrido en su balance la pérdida de valor de los SIV; las provisiones dotadas el tercer trimestre han sido por deuda que sí estaba en balance.
Queda, pues, camino por recorrer, y a buen seguro que los dichosos SIV serán la comidilla del mundo financiero en los próximos meses. Son la segunda oleada del maremoto crediticio, cuyos efectos finales acabarán determinados por las caprichosas decisiones de eso que se ha dado en llamar la confianza del mercado.