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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bali hereda los deberes de Kioto

Los representantes de 190 países están reunidos en Bali para buscar soluciones al calentamiento global. Son los herederos del Pacto de Kioto -firmado en 1997 y que concluye el 31 de diciembre de 2012-, cuyos resultados prácticos han sido escasos. El compromiso de los 36 países firmantes de Kioto fue reducir las emisiones en 2012 un 5,2% respecto a 1990. Pero han aumentado un 24%.

Sin embargo, Kioto ha tenido la virtud, más allá de sus pobres resultados, de conseguir que todos los Estados del mundo -ricos o en vías de desarrollo- acepten que el aumento de la temperatura media del planeta se debe a la mano del hombre. Estados Unidos, el gran detractor de Kioto, llega a Bali con sus tesis derrotadas y abandonado por alguno de los países que como Australia tampoco fueron signatarios y que ahora ya han mostrado su apoyo a Bali. Pero la gran diferencia entre Bali y Kioto es que, al contrario que hace diez años, en esta ocasión también se ven concernidos los países en vías de desarrollo, en especial los tres gigantes -China, India y Brasil- dispuestos a asumir su papel como tres de los países con mayores emisiones de CO2 del mundo.

Bali no parte de cero. Ni los Gobiernos ni la industria dudan ya de la necesidad de reducir el volumen de emisiones. Por eso, lo que ahora se discute es quién y cómo se paga ese coste. La UE, en una ambiciosa propuesta, se compromete a reducir un 20% sus emisiones en 2020 e, incluso, llegar al 30% si cuenta con el apoyo de otras potencias. Los habitantes del planeta agradecerán que tales previsiones se cumplan, pero también las empresas, que podrán seguir produciendo dentro de una 'economía sostenible'.

Pero conviene ser realistas y dejar al margen los voluntarismos. La reducción de las emisiones debe convivir con un crecimiento que llegue por igual a los países ricos y en vías de desarrollo. Para ello, es conveniente renunciar a principios dogmáticos y contemplar todas las energías posibles, incluida la nuclear, que contribuyan a construir un planeta más rico y habitable.

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