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Riesgos financieros a un año vista

Nuño Rodrigo

Las hemerotecas son malas. No es una maldad premeditada, ligada a un objetivo concreto, condicional o direccional, sino una maldad intrínseca. Son tan malas para los periodistas como para las personas cuyas declaraciones están recogidas en los diarios viejos. Hace un año, más o menos por estas mismas fechas, en un ciclo de conferencias organizado por Pioneer Investments en Praga un lujoso plantel de expertos económicos exponía los riesgos que afrontaba la economía mundial. Y todos empezaban por la misma frase: La caída del dólar.

Un año antes, los riesgos estaban inevitablemente ligados a la inflación. 2005 fue el año del conundrum de Alan Greenspan, cuando la evolución de los bonos despistó a un mercado que acabó por temer un repunte de la inflación que obligase a subir los tipos de interés. Los tipos subieron, pero no por la inflación, y pasados 12 meses la cuestión de moda es el dólar. Sólo algunos expertos señalaban la cota de 1,5 dólares por euro. 1,35 ya era un pronóstico notablemente bajista.

El dólar ha rozado este nivel, pero el miedo del mercado va por otro sitio. Y, aunque la tradición diga que todas las crisis financieras son en algún momento de su vida las mayores de la historia, esta vez no es exagerado decir que los demonios del mercado a día de hoy son reales como la parálisis del mercado de crédito, tangibles como el desplome del mercado inmobiliario en EE UU y cuantificables como la desviación del euríbor a tres meses sobre el nivel que debería ser de equilibrio.

Se teme recesión en EE UU. Los expertos creen que hay riesgo pero no están seguros de que vaya a ser así. Se espera un fuerte enfriamiento en el cuarto trimestre después del sorprendente crecimiento del 4,9% en el tercero. Una desaceleración hasta el 1%, tal y como se señalaba ayer, sí sería compatible con un nuevo recorte de tipos el día 11, que sería el cuarto en los últimos meses del ejercicio.

¿Y dentro de 12 meses? Muy extraño sería que no se oyesen ecos de la crisis crediticia. Pero también sería extraño que las cosas siguieran el curso que se espera. Lo más probable es que la economía tenga reservada alguna sorpresa, alguna vuelta de tuerca inesperada.

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