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Empeñadas en romper dogmas

Nuño Rodrigo

Desde hace años se habla de las Bolsas internacionales como un todo, un único ser vivo que, pese a contar con diferentes extremidades o ramificaciones, se mueve siempre en una dirección más o menos coherente. Una tendencia que se agudiza con el fluir de la información y el dinero y con el papel de los grandes inversores transnacionales. Así, la inflación o el empleo en España o Europa es menos relevante que el de Estados Unidos, porque es Wall Street la guía del resto de mercados.

La realidad, y especialmente la de los mercados, acostumbra a tumbar las aseveraciones demasiado dogmáticas, las tesis unidireccionales. Ayer por la tarde el Nasdaq se desplomaba por segunda sesión consecutiva, mientras la Bolsa de Brasil subía y el Ibex celebraba otro máximo histórico. Quizá algún operador solitario se pellizcó la oreja para verificar que no se había quedado dormido sobre la pantalla. Aunque, quizá, ese mismo operador se habría jugado el despido si hace unos años hubiese previsto un petróleo a 100 dólares, un euro a 1,5 dólares y un Ibex en 16.000 puntos, todo a la vez. El clásico 'sólo sé que no sé nada' se antoja un buen punto de partida en el escenario bursátil posterior a la crisis de 2000.

Aunque, obviamente, no conviene llamarse a engaño. El mercado de divisas y las expectativas sobre el dólar son el eje central alrededor del cual giran los mercados. Las expectativas de que China apueste por el euro quitan atractivo al mercado estadounidense por la vía de la divisa, de modo que la moneda cara no es tan negativo para los fabricantes europeos, porque no sólo fabrican aquí.

Quizá la única verdad del mercado actual sea la volatilidad, la vara de medir el riesgo. No se sabe hacia dónde irán los mercados, pero sí se puede prever su grado de nerviosismo. Ayer el índice VIX de volatilidad del S&P 500 tocó 28 puntos, máximo desde agosto.

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