Entonces, ¿quién está comprando?
Los resultados de la última encuesta entre gestores de fondos realizada por Lipper concuerdan con la sensación que recorre el mercado en las últimas semanas. Nadie quiere saber mucho de la Bolsa. Cada cual lo expresa de una forma, pero mientras unos hablan de 'retirada táctica', otros de 'infraponderar activos de riesgo' o 'aumentar liquidez', están diciendo que ven el mercado caro. Que cuando ruedan las cabezas de los consejeros delegados en sitios como Merrill Lynch, no es buena cosa invertir en acciones.
Pero el Ibex está en 16.000 puntos. Es la gran paradoja. Nadie compra pero la Bolsa sube. Sin demasiado volumen, pero tampoco con dos reales. Y, lo que quizá sea más relevante, la volatilidad aparenta estar bajo control. Un enigma de difícil resolución. Porque, además, la Bolsa no está particularmente cara. Aunque tampoco barata.
Cualquiera se puede perder en silogismos circulares. Si se vislumbra una desaceleración y esta se ha hecho más verosímil después del verano pero con todo la Bolsa sube, significa que, en realidad, antes debería haber subido mucho más. Pero la crisis enseñó que el mercado mostraba un excesivo apetito por el riesgo... En estas situaciones siempre existe lo que los anglosajones llaman wild card, un factor impredecible.
Puede que ese factor tenga que ver con el precio de los bonos y el abanico de opciones de inversión. La Bolsa no presenta el mejor de los panoramas, pero el mercado de deuda ha subido mucho muy aprisa, el de vivienda está en malas condiciones, los inversores se han llevado sustos de vértigo en hedge funds y el capital riesgo no capta dinero tan fácilmente como antes. En este contexto, invertir en mercados emergentes parece una opción razonable y poner el capital el blue chips con buen dividendo, la opción menos mala.