Lecciones del caos del AVE
La construcción del AVE entre Madrid y Barcelona pasará a la historia como una de las obras más accidentadas, polémicas y largas de la España moderna. No en vano se gestó en 1992, tras la inauguración del AVE a Sevilla, hace ya 15 años. Poco importa el tiempo que se emplee en acometer grandes proyectos de infraestructuras si con ellos se obtienen mejorías económicas y sociales. Y el tren de alta velocidad a Barcelona es, sin duda, una de estas infraestructuras. Por ello, es relevante analizar a qué se ha debido el caos en el que está envuelto el actual proyecto y qué lecciones se pueden sacar de este desastre.
El germen de la situación, por encima de la complejidad de la obra, hay que buscarlo en los vaivenes que los partidos políticos -de todos los colores- han protagonizado a lo largo de estos 15 años, en los que han utilizado el proyecto como forma de propaganda. Sin duda, hay que agradecerles la voluntad de acometer obras de este calibre y trascendencia, pero también hay que reprocharles que quieran monopolizarlas y que tomen decisiones con poco criterio técnico y sólo pensando en su interés electoral. Deberían haber tenido miras más amplias y convertido la alta velocidad en una política de Estado bendecida por el consenso. No ha sido así. Las disputas sobre alternativas de trazados y las ineficiencias debidas a las premuras por inaugurar tramos han provocado demoras innecesarias.
En este sentido, cabe reseñar que Magdalena Álvarez haya impulsado el proyecto buscando soluciones a cada nuevo obstáculo e, igualmente, su defensa del ferrocarril como alternativa a la carretera. Lástima que ese esfuerzo se haya visto eclipsado en gran parte por la innecesaria celeridad por acabar la obra antes del fin de este año. La excesiva prisa en la toma de decisiones nunca ha sido una buena consejera y la obsesión por los plazos ha desencadenado una presión que se ha demostrado claramente excesiva.
La suma de errores en el proyecto ha tenido múltiples víctimas. En lugar preferente, los usuarios del servicio de cercanías de Barcelona. Otro de los paganos está siendo Renfe. Una empresa en plena transformación que está sufriendo los efectos colaterales de unas obras, de un proyecto, que corresponden a Adif. Unos efectos colaterales que van directamente a la cuenta de resultados: el precio del operativo para cubrir las tres líneas de cercanías barcelonesas sin actividad, más la falta de ingresos por el cierre al público es de casi un millón de euros diarios, que está sufragando íntegramente el operador público.
Hasta aquí los hechos. En cuanto a las conclusiones, la primera y evidente es que el criterio que debe primar en la ejecución de cualquier obra, y más si es del calado del AVE Madrid-Barcelona, es la seguridad, de trabajadores y de usuarios. Y la segunda es que el papel de los políticos se ha de circunscribir a dar el impulso y apoyo necesarios para que se desarrollen, así como el de diseñar una vigilancia férrea para que se garantice la seguridad y el buen fin de los fondos empleados, escuchando la voz de los técnicos. Desde estas páginas siempre se ha defendido el papel del ferrocarril, especialmente del AVE, como vertebrador del desarrollo económico y social de España. æpermil;se debe ser el objetivo. Las fechas de inauguración son irrelevantes.