Cuando el becario se cree el campeón
Ocurre a veces, más de las deseables, que las empresas no tratan a cada profesional como se merece. En ocasiones, no se valora por lo que se aporta a la organización, sino por otros elementos, como la afinidad, la simpatía personal o por el simple hecho de compartir la misma nacionalidad. Un ejemplo de ello, es el comportamiento que ha tenido, durante este último campeonato de Fórmula 1, McLaren. En sus filas tenía al bicampeón del mundo, al que fichó por unos 30 millones de euros al año.
Pero la escudería británica, comandada por el patrón Ron Dennis, dejó pasar por alto este pequeño detalle y se cegó ante la posibilidad de que este año pudiera ganar el campeonato de la mano de uno de los suyos, de Lewis Hamilton. El piloto apuntaba alto, es ambicioso y además es jaleado por todo su equipo. Era, sin duda, un alumno aventajado, pero cometió muchos errores. El más grave ha sido despreciar la veteranía, la constancia y la experiencia de su compañero de equipo, Fernando Alonso, bregado en más de una batalla. Hamilton no fue el único que se comportó de forma vergonzosa con el campeón. Un veterano de la Fórmula 1 como Dennis también le humilló y le despojó de los galones, en favor de alguien que ganaba carreras y subía al podio con suma facilidad. Y si el jefe actúa de esa manera tan prepotente, ¿cómo se va a comportar el becario? En McLaren pecaron de soberbios y no supieron cuidar a quien les podía dar el triunfo. Hay tan pocos números uno en el mundo, da igual en la disciplina que sea, que las compañías no deberían permitirse el lujo de perderlos, o lo que es más grave, de desaprovecharlos. Y McLaren lo ha hecho, con el consiguiente ridículo. Es cierto que todo el mundo tiene su momento y su función dentro de una organización, y que hay que dar paso a las nuevas generaciones apostando por el talento más joven. Pero también es necesario un cierto equilibrio.
En una empresa no le puedes confiar a tu mejor cliente al becario, ni el recién llegado puede aspirar a tal confianza. Lo que tiene que hacer es contribuir a que su empresa llegue a buen puerto al final del ejercicio, aprender del que tiene más experiencia y tener un poco más de humildad. Para ello, el primer ejecutivo tiene que saber colocarle en la posición adecuada. De lo contrario, puede suceder que el becario se crea ganador y se pase de frenada.