Los precios de las casas tocan techo
La longevidad que había alcanzado el ciclo alcista de precios y actividad en la construcción residencial ha hecho creer a buena parte de los agentes económicos que no tendría final. Pero salvo que las variables que determinan la demanda de casas crezcan en términos reales indefinidamente, los ciclos mueren. Y tras diez años con alzas de precios muy notables, estimuladas por el avance de la población y el abaratamiento del crédito, los precios de los activos han terminado por descoser el mercado: en el tercer trimestre de este año los precios de tasación de las viviendas se han estancado, aunque mantienen todavía un avance interanual superior al 5%.
Puede apostarse a que en el cuarto trimestre habrá un descenso interanual de precios finales, y un aplanamiento nominal abultado del avance interanual, inferior incluso al IPC, a juzgar por otros indicadores de actividad sobre los que se tiene aún poca información, pero que no dejan lugar a la duda acerca del fin del ciclo: descenso en las viviendas iniciadas y transacciones realizadas en los primeros meses de este año.
Este comportamiento es natural. Pero tiene aparejado el riesgo de inclinar en exceso la balanza de la economía hacia una seria desaceleración si factores sobrevenidos, como la crisis de liquidez internacional, devienen en sequedad de crédito. La sombra de la construcción residencial en la actividad económica es muy alargada, especialmente en términos de empleo e ingresos fiscales, amén de la contracción de expectativas que puede generar el efecto pobreza de una caída de los activos inmobiliarios, tal como advierte el FMI.
Si a una moderación del coste financiero se unen incentivos decididos al alquiler, una oferta pública de vivienda protegida y un trasvase de producción a otros sectores de servicios o manufactureros, el fin del ciclo inmobiliario no debe contagiar al resto de la economía.