Entre la intuición y la certeza

Miguel Rodríguez

Comentaba la semana pasada Juan Carlos Ureta, presidente de Renta 4, que la firma de inversión no busca salir a cotizar en un momento de euforia. Decía este directivo que en caso de tener que elegir, prefiere salir a Bolsa en un periodo en que las cotizaciones estén distorsionadas a la baja que no al revés. La razón es obvia: si el sentimiento de los inversores es marcadamente negativo, las cotizaciones estarán probablemente reflejando un escenario más pesimista que el real. Lo cual debería garantizar más recorrido a la acción a medio plazo que en un escenario de subidas irracionales y escasa atención a las valoraciones.

La situación actual de los mercados se asemeja más al primer escenario que al segundo, pero más por una intuición de los analistas que por la actitud de los inversores. Es decir, la desaceleración estadounidense se da por confirmada a raíz de la crisis inmobiliaria e hipotecaria. Lo que no se sabe aún es el alcance del parón económico, ni se tiene la certeza de que no vaya a saltar por los aires otro hedge fund afectado por la crisis subprime. Esa intuición de que las cosas van a ir a peor debiera invitar a la cautela.

Pero los mercados no reflejan este escenario. Más bien todo lo contrario. Las Bolsas han purgado ya las caídas del verano, e índices como los de Wall Street cotizan en máximos.

Así que en esta coyuntura, entre paradójica y sorprendente, el éxito de una salida a Bolsa depende más de decisiones internas que de la inercia del mercado. Porque lo que sí está claro en la situación actual es que no todo vale y que los inversores institucionales, ante todo, hoy por hoy priman la calidad y las valoraciones atractivas.

Criteria puede ser un termómetro de la temperatura del mercado. Los inversores institucionales han presionado al holding para que sitúe el precio objetivo lo más barato posible, a pesar de lo cual su estreno bursátil ha de lo más discreto. Y no es precisamente un chicharro lo que comenzó a cotizar ayer.