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Espejismos de corto plazo

Nuño Rodrigo

Arriba o abajo. A medida que el efecto más inmediato de los problemas crediticios queda, poco a poco, en el olvido, la divergencia acerca del futuro inmediato del mercado crece. La Bolsa ha pasado lo peor impulsada por rebajas de tipos de interés y parece dispuesta a alcanzar de nuevo los máximos, a pesar de las dudas sobre el crecimiento económico. La comparación entre el colapso de los derivados de crédito ligados a hipotecas de baja calidad y el del fondo LTCM no es nueva. Pero tanto la gestación como la salida de la crisis tiene reminiscencias de 1998.

Por aquel entonces, eso sí, la bajada de tipos fue más agresiva y sorpresiva. Greenspan dio un golpe de efecto y bajó los tipos de interés mientras los responsables de tesorería estaban en la máquina del café. Esta vez Bernanke, menos mediático, preparó el terreno. Igualmente, en 1999 la Reserva Federal inundó de liquidez al mercado por temor a aquel gran bulo llamado efecto 2000, según el cual el cambio de año iba a bloquear los sistemas informáticos, convencidos éstos de que el mundo habría vuelto a 1900.

Al final no pasó nada con los dos ceros de marras, pero la bajada de tipos más la complacencia del mercado llevó a inflar la burbuja bursátil de 2000 hasta niveles de sobrevaloración que, posiblemente, no se viesen desde el boom previo a la crisis de 1929.

La divergencia entre las opiniones de los analistas, que en condiciones normales no es negativa en la medida en que mitiga los movimientos del mercado, puede ser también un arma de doble filo cuando los riesgos son latentes: el buen momento del mercado -en el corto plazo- que genera la mayor liquidez da la falsa idea de que la crisis está superada. Y como en situaciones inciertas el comportamiento en manada es un recurso fácil, la subida de acelera. En estas condiciones el inversor deja atrás el miedo, pero quizá también la prudencia.

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