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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuentas para la nueva legislatura

Las cuentas públicas para 2008 que llevó ayer el vicepresidente del Gobierno al Congreso de los Diputados son las más expansivas de cuantas ha elaborado Pedro Solbes. Pero con similar holgura pueden encajar el calificativo de rigurosas, si hacemos un análisis cíclico de los Presupuestos y atendemos al saldo que ingresos y pagos arrojan al final: mantienen unos generosos números negros, con el mérito añadido de hacerlo en el escenario económico con más incertidumbre en lo que va de siglo. Son, por tanto, una cuentas polivalentes, que soportan un análisis político, económico y financiero sobre el papel, pero que contienen también incertidumbre sobre su ejecución.

Desde el punto de vista financiero conservan el sello del rigor que han llevado todos los proyectos de Solbes, aferrado a la máxima de que no se puede gastar más de lo que se ingresa como principal pilar para no agitar la inflación, liberar recursos para la actividad privada y no encarecer el coste de la deuda, que, además, reduce su proporción sobre el PIB hasta un 34%. Cuatro ejercicios consecutivos, dando por bueno que se cumplirá este nuevo diseño, las cuentas públicas presentan un holgado superávit. Pero da la sensación de que unos Presupuestos Generales del Estado con el rigor tradicional deberían ofrecer un saldo más generoso, sobre todo en un año en el que las dudas sobre el crecimiento aconsejan ahorrar más y gastar menos.

Desde el punto de vista político, las cuentas tienen tintes electoralistas, aunque muchas de las partidas de gasto que incorporan responden únicamente a un mandato electoral. Otra cuestión es si es este el momento más indicado para incorporarlas. Es consustancial a los Presupuestos la intención de remover conciencias electorales, puesto que gobernar, entre otras cosas, es gastar. Y cuesta mucho creer que cualquier Gobierno puede hacer abstracción de su voluntad de influir en los ciudadanos y de los calendarios electorales, para hacer un Presupuesto que únicamente atienda a la situación económica del país.

Los números, como los de años anteriores, ponen empeño en virar, aunque sea lentamente, el modelo de crecimiento, con un sesgo hacia la inversión en las partidas con más efecto multiplicador sobre el crecimiento, pese a que tenga resultados más retardados. Pero contienen también gastos que en poco o nada van a servir de compensación a una desaceleración de la actividad, sea la bajada de impuestos, las ayudas al alquiler o la natalidad o las mejoras sanitarias.

En todo caso la parte más débil del proyecto es el escenario en el que se asientan. Solbes asegura que no hay cambio de ciclo e insiste en un crecimiento del 3,3% para 2008. Pero lo hace con un precio del petróleo, el dólar y los tipos sólo creíbles antes del verano. Aunque la previsión de ingresos es más moderada que este año, y los gastos cíclicos más generosos, no hacen justicia a un escenario en el que el avance del PIB, si persisten las turbulencias financieras y la restricción de crédito se prolonga, será sensiblemente menor al esperado en el país con más necesidad de financiación externa de la zona euro.

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