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Tribuna
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Comercio eficiente

El esquema de competitividad que demanda la UE y los nuevos fenómenos sociales impedirán cualquier tipo de restricciones o proteccionismo, según el autor, que se suma al Debate Abierto sobre la flexibilidad de horarios en el comercio. A este nuevo marco contribuyen de forma decisiva, en su opinión, los centros comerciales

Los centros comerciales aportan una dotación de gran significado y proyección. Estamos hablando de infraestructuras vitales para la sociedad y para los ciudadanos y, al mismo tiempo, la garantía de integrar a comerciantes de todo tipo bajo el prisma general de la innovación y la eficiencia. Es decir, los centros comerciales son los nuevos puntos de encuentro y ocio de la sociedad urbana de nuestra época en los que el servicio y la atención al cliente son elementos determinantes.

En nuestro país hay 2.300 metros cuadrados de superficie comercial por cada 1.000 habitantes, lo que supone que a cada ciudadano corresponden 2,3 metros cuadrados de comercio en cualquiera de sus formatos. Pues bien, es evidente que una estructura de esta envergadura, que en muchos casos tiene su origen en esquemas de otro tiempo, precisa ahora abordar los cambios y transformaciones que hagan posible la eficiencia.

Para que el modelo de nuestro comercio se acerque al esquema de competitividad que demanda la UE, el papel de los centros comerciales está siendo decisivo. Así ocurre en nuestro país desde hace algo más de un cuarto de siglo. De esta forma, se creará un marco de efectos económicos muy positivos con un comercio más evolucionado, mientras el desarrollo de las nuevas tecnologías y los fenómenos sociales impedirán la aplicación de cualquier tipo de restricciones o proteccionismos.

El ciudadano es y será, por tanto, el máximo beneficiado de un proceso de modernización imparable para acabar generando una rápida transferencia de más valor a los clientes, a los consumidores.

La industria de los centros comerciales siempre se ha mostrado claramente a favor de la libertad de consumidores y comerciantes para que puedan decidir los mejores momentos para encontrarse y entenderse. Así se pone de manifiesto cada vez que se realiza una encuesta o un estudio de opinión. En estos casos, la respuesta mayoritaria apuesta por la fórmula de éxito de los centros comerciales.

En este modelo, el conjunto de la sociedad precisa y demanda un marco de libertad que permita adaptarse a las nuevas necesidades y, a la vez, que garantice las nuevas exigencias de los clientes de hoy.

Impedir la libertad de implantación de nuevos establecimientos comerciales o de horarios de apertura, como en otro tiempo se demandaba sin rigor económico, perjudicaría a los consumidores que verían limitado un servicio fundamental y que tendrían que adaptar sus hábitos a un corsé rígido y superado. Hoy ya nadie se atreve a defender las limitaciones al comercio sin sentir cierto sonrojo y es que la regulación limita el aumento de las posibilidades de negocio de establecimientos comerciales que se crearon pensando en un crecimiento sostenido de la economía española que pasa por ser la octava potencia económica del mundo.

Limitar los horarios de los comercios en uno de los destinos turísticos más deseados del mundo supone cerrarse a una oportunidad de primera categoría, ya que España recibe cada año a millones de visitantes, procedentes de países con un alto poder adquisitivo.

Recientemente hemos visto cómo en París, que siempre ha sido modelo de libertad, el nuevo presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, ha pedido flexibilidad para la apertura de los comercios en domingo, con el objetivo de beneficiar al turismo. Según Sarkozy, 'si el trabajador quiere trabajar voluntariamente, si el comerciante quiere abrir, ¿por qué impedírselo?'.

A este argumento el presidente francés añade que 'no estamos obligados a tener la misma norma para todos, para todas las regiones, todas las ciudades, al mismo tiempo. Demos flexibilidad al sistema'. En su opinión, 'puesto que Francia, primer destino turístico del mundo, recibe a 78 millones de visitantes cada año, ¿por qué impedir a estos turistas gastar su dinero cerrando los domingos?'.

Además en muchos casos, los centros comerciales suponen salvar la degradación de espacios urbanos y barrios enteros cuando se instalan en una determinada ubicación. Es decir, logran convertir en espacios de convivencia lugares condenados a la degradación y el abandono. Circunstancias éstas que sí ocasionan cierre de comercios.

La modernidad es el verdadero cambio, que una vez consumado nos traslada a un nuevo escenario en el que ya nada será igual. Es verdad que la propia esencia del cambio se basa precisamente en que es irreversible e imparable. Porque además el cambio no es el producto de un fenómeno aislado, sino una progresión constante y suma de cambios sucesivos en los que su adicción reviste un valor añadido de valor geométrico.

La nueva sociedad que demanda a cada paso unos niveles de exigencia y respuesta que constituyen el verdadero motor de la nueva era. Formatos sin barreras para alcanzar el éxito, es decir, el modelo de los centros comerciales.

Javier García-Renedo. Presidente de la AECC (Asociación Española de Centros Comerciales)

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