Liberalizar la energía
La Comisión Europea presentó ayer su tercer paquete de medidas para liberalizar el sistema energético comunitario. Aunque se trata de un texto de mínimos, que no abre totalmente el mercado, supone un paso más. El proyecto de directiva incluye una importante novedad sobre los anteriores planes: la exigencia de reciprocidad a los países cuyas empresas estén interesadas en comprar alguna compañía energética comunitaria.
La medida se ha interpretado como una cláusula anti-Gazprom, el gigante de gas ruso, que pretende invertir en el mercado europeo, aunque también es aplicable a la argelina Sonatrach. Son previsibles las reticencias a la obligación de firmar este tipo de acuerdos con la UE; sin embargo, serán infundadas. Sólo se exige una garantía de que las empresas comunitarias tendrán las mismas oportunidades, por ejemplo, que Gazprom o Sonatrach si quieren hacer negocios en sus respectivos países.
Los acuerdos de reciprocidad no deben interpretarse como una mera traba a la entrada en la UE de sociedades no comunitarias. Se trata de una premisa para que las redes energéticas europeas avancen en su liberalización. La exigencia de separar la gestión de las redes de transporte y las actividades de producción obligará a empresas como Eon a crear sociedades independientes para gestionar las redes. Este nunca conseguido propósito abriría, en opinión de Bruselas, la puerta a mayor competencia. La férrea oposición de los Gobiernos alemán y francés a que sus campeones nacionales pierdan tamaño se podría modular si se garantiza que sus redes de electricidad o gas no caerán en determinadas manos.
Aun así, la directiva se ha suavizado y permitirá que la alemana Eon o las francesas EDF y GDF mantengan la propiedad de las empresas que creen para gestionar las redes, lo que no parece un gran avance en la liberalización. Asegurar el uso de las redes en igualdad de condiciones es la primera y gran premisa para que la liberalización sea algo más que un brindis al sol.