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Columna
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El fin del ciclo económico alcista

La economía española está reuniendo elementos para configurar un escenario de desaceleración que, aunque ahora se muestra de forma incipiente, se hará patente ya este año, según el autor, que analiza las claves de lo que considera el final del ciclo alcista

Son todavía muchos los que piensan que todo va bien en el mejor de los mundos y que la expansión todavía se puede mantener, dado el fuerte crecimiento esperado en la economía mundial y la europea. Sin embargo, esta opinión parece rehuir la realidad del sector exterior español, tal como aparece en el reciente Informe Anual del Banco de España. En él se aprecia una pérdida notable y continuada de la cuota en los mercados mundiales entre 2001 y 2006 y una importante penetración de las importaciones en la demanda final, todo ello, claro está, como consecuencia de la pérdida de competitividad.

Las esperanzas de la mejora del sector exterior se apoyaban en la recuperación de la economía alemana. Pero la realidad es que mientras nuestras exportaciones en volumen a ese país apenas crecían el 1% en 2006, sus importaciones lo hacían en el 11%, anticipándose al aumento de precios que produciría en 2007 la subida del IVA en tres puntos.

Nadie duda del europeísmo de la canciller alemana Angela Merkel, pero al subir el IVA con objeto de reducir las cotizaciones sociales de las empresas parecía seguir el clásico objetivo germánico de Deutschland über alles, pues está aplicando a sus socios europeos una versión posmoderna del antiguo beggar my neighbour.

Esta medida equivale en efecto a una devaluación disfrazada del euro alemán. El recorte de las cotizaciones sociales permitirá a las empresas alemanas disminuir el precio de sus exportaciones, ganando competitividad, que pierden sus vecinos. No sería pues de extrañar que otros países de la zona la imitasen, por ejemplo España, a la vista del claro debilitamiento de los motores de impulsión.

Es cierto que el crecimiento anualizado en el primer trimestre superaba el 4,5%, pero ello se debía a un comportamiento anómalo del sector exterior. De contractivo pasó a contribuir con casi la mitad de ese crecimiento, mientras la demanda frenaba su expansión drásticamente debido a un estancamiento del consumo privado. La desaceleración quedó patente en el segundo trimestre cuando el crecimiento anualizado se redujo al 3,6%.

Intentar en plena crisis financiera global prever la tasa de expansión en 2008 es particularmente difícil, pues hay una serie de factores cuyos efectos no son fácilmente evaluables, pero que pueden ser cruciales para la evolución de la economía. El más importante, que ya actúa negativamente sobre la economía global y del que la española no está inmune, es la tormenta que atraviesan los mercados financieros. Eso es al menos lo que piensan el secretario del Tesoro de EE UU, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, que admiten lo que todo el mundo se temía, que EE UU y sus socios comerciales pagarán con menor crecimiento el precio de la actual crisis.

Y esta crisis está dejando sentir sus efectos siguiendo dos vías. Una es la contaminación real del menor crecimiento de EE UU sobre los demás países a través del comercio exterior y el deterioro de las expectativas. La otra, quizás más importante, es la incidencia de la incertidumbre y la falta de confianza sobre las decisiones de los agentes económicos, particularmente en el mercado inmobiliario en el caso de España.

Las empresas del sector probablemente estén decidiendo ya en este semestre retardar su actividad, pero sus efectos sólo se dejarán sentir en el próximo. Por el contrario, las familias van a reaccionar de forma inmediata. Dado su elevado nivel de endeudamiento, la reciente subida del euribor a casi el 4,8% va a poner su posición financiera en una situación límite que las va a llevar a reducir la demanda de viviendas ya iniciada, a aumentar una morosidad ya creciente y a una contención del consumo.

Este comportamiento de empresas y familias va a acentuar el desequilibrio en el mercado inmobiliario que ya se había hecho aparente a finales de 2005. Como consecuencia, la fuerte desaceleración del precio de las viviendas entonces iniciada va a continuar y podría acabar en caída ya en este año, pero con toda probabilidad en el próximo.

Se están reuniendo así todos los elementos para configurar un escenario de la economía ahora incipiente, pero que saldrá a la luz en 2008, mostrando dos vertientes. Por un lado, los efectos negativos que van a recaer sobre las entidades de depósito tanto como consecuencia del aumento de la morosidad como de la pérdida del valor de las viviendas, garantía de los préstamos hipotecarios concedidos. Por otro, la desaceleración de la economía asociada al menor impulso de la actividad constructora y del consumo. Se podría estar creando así un círculo vicioso en el que la menor demanda de viviendas incida negativamente primero sobre la actividad de la construcción, el empleo y la renta de las familias y de nuevo, después, la menor demanda de viviendas, etcétera, etcétera.

Se podría decir que a partir de ahora, y contrariamente a lo que ha venido ocurriendo, las revisiones al crecimiento económico esperado van a ser a la baja. Como confirman las recientes revisiones que ya han empezado a hacer organismos internacionales, como la Comisión -que bajó ayer una décima para el conjunto de la UE, aunque mantuvo la previsión para España en el 3,7%-, el BCE, la OCDE o el FMI, que ha anunciado que lo hará en los próximos días.

Anselmo Calleja. Economista y estadístico

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