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Menos mal que tenemos a China

Miguel Rodríguez

Durante años, la economía mundial ha bailado al son que marcaban los consumidores estadounidenses. La confianza de los hogares de aquel país ha sido determinante para que el resto de las economías mantuviera sus cotas de crecimiento. Estados Unidos era -y aún es- la mayor economía del planeta y su consumo interno aportaba más de dos tercios de su crecimiento. De ahí el dicho que afirma que cuando Estados Unidos estornuda, Europa se constipa.

Estados Unidos ha estornudado, aquejado del virus de la crisis hipotecaria, alimentado por años de tipos de interés muy bajos. El descenso del consumo interno será con toda probabilidad la consecuencia directa de un encarecimiento de las hipotecas, del aumento de los embargos y de la destrucción de empleo. Habrá, pues, desaceleración y aún está por ver si la primera economía del mundo entra en recesión.

El sentido común aconseja alejarse de aquellos activos más expuestos a una desaceleración del consumo interno estadounidense. Lo cual no es fácil, ni mucho menos.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte el mapa del crecimiento mundial se ha trastocado. Han aparecido actores de peso creciente que pueden salvar al mundo de la recesión. En este reequilibrio de la balanza del crecimiento, China, Rusia, Turquía, India o Brasil tienen cada vez más que decir y, sobre todo, mucho que aportar. Porque la fuerte demanda que generan en todo el mundo comienza a ser superior que la del consumidor estadounidense.

Dice Goldman Sachs, en un informe de la semana pasada, que si el mundo entra en recesión no será por la falta de crecimiento en Estados Unidos, sino porque China haya entrado en crisis. 'Nuestros últimos indicadores sugieren que China, si acaso, se está acelerando', apunta el banco de inversión. Y añade: 'Uno podría incluso decir 'Gracias a Dios que tenemos a China'.

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