Un nuevo modelo de crecimiento
No es de extrañar al leer la prensa económica internacional encontrarse con dos temas de actualidad sobre la economía del tigre ibérico que ha crecido por encima de la media comunitaria durante los últimos 13 años. Por un lado, se menciona que el actual modelo económico basado en el ladrillo no sólo está obsoleto, sino agotado. Por otro lado, se habla de la burbuja inmobiliaria, de su posible pinchazo, así como de las consecuencias que este escenario pesimista acarrearía para la todavía boyante economía española, que todavía crece al 4%.
El modelo económico actual está agotado, aunque nadie es capaz de predecir cuánto tiempo la economía española será capaz de seguir creciendo a este ritmo, cuándo llegará la corrección y cuán acelerada será la ralentización. Un modelo económico alimentado a comienzos del ciclo expansivo actual por los fondos estructurales de la UE, que posteriormente retomó el tirón del aumento vertiginoso del crédito hipotecario, que ha originado el crecimiento explosivo del sector de la construcción y con ello acarreado la importación masiva de mano de obra extranjera y un aumento considerable de la población activa, con el consiguiente descenso del desempleo.
El ciclo de Rato y Solbes se agota. Con la presumible renuncia de Solbes al cargo de ministro de Economía en una segunda legislatura de Zapatero, o el improbable déjà vu de Rato en una primera legislatura de Rajoy, la batuta del Ministerio de Economía queda disponible para aquel osado capaz de proponer un nuevo modelo económico para España, un modelo económico que se desarrolle a lo largo de los próximos años con continuidad e independientemente del color político de quien gobierne.
Un nuevo modelo económico debe, por un lado, desarrollar aquellos sectores en los que las empresas españolas ya destacan a nivel internacional, aprovechando la fortaleza de las finanzas públicas, con superávits repetidos y un nivel de deuda pública sobre PIB en niveles históricamente bajos y muy por debajo del de otras economías triple-A. El modelo económico debe aumentar de forma considerable la partida que se concede a investigación y desarrollo y promover a nivel universitario y corporativo la innovación en nuevas fuentes de energía, acercándose a iniciativas como la energía solar y eólica y el hidrógeno, y alejándose de la alternativa fácil consistente en el biofuel que únicamente encarece los precios de los alimentos para lamento de los países en vías de desarrollo, que ven más difícil de asumir el coste de alimentar a su propia población. Un nuevo modelo económico que potencie los sectores de las infraestructuras y de las finanzas éticas, creando clusters que permitan la sinergia entre empresas de reciente creación.
España debe a nivel financiero fortalecer las cuentas públicas aún más y aumentar de forma considerable el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, creando un organismo independiente al estilo del Banco de España, capaz de invertir los fondos con un criterio técnico que maximice la rentabilidad del mismo. Unas finanzas públicas fuertes garantizan la viabilidad económica futura del país.
España debe aspirar a crear la versión segunda del Estado del bienestar, debe ir más allá del acceso universal a educación y sanidad. La Administración pública debe subvencionar el acceso a actividades deportivas de aquellas personas que coticen, un acceso deportivo a actividades como natación o yoga que repercutirá en una mejora en la productividad, el auténtico caballo de batalla de la economía española. La financiación de estos servicios se presta a la innovación financiera y la entrada de actores privados que financien la construcción y puesta en funcionamiento de gimnasios, piscinas e instalaciones deportivas es factible si el Estado plantea a cambio una retribución variable ligada al aumento en la productividad, un producto financiero innovador y poco o nada correlacionado con otros activos financieros como la renta fija o variable, que el inversor recibirá con los brazos abiertos.
Las cuentas públicas deben volverse sostenibles. El PIB debe tener en cuenta aquella actividad económica que produce un daño social o medioambiental y diferenciarla de aquella que genera un beneficio social. España necesita un nuevo modelo económico. La ciudadanía debe exigir de sus representantes políticos un plan económico creíble y con potencial. Los dirigentes económicos no utilizan más que una pequeña parte de las herramientas financieras disponibles. Un plan económico es sin duda la clave para la vertebración de una sociedad basada en el Estado del bienestar y en la redistribución.
Jaime Pozuelo-Monfort. Máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley.