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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empleo, ciclo y confianza

El desempeño del mercado de trabajo en los dos meses del verano ha sido negativo, en términos cuantitativos el más pesimista de los últimos cinco años. Esto ha disparado las dudas sobre la sostenibilidad del ciclo de crecimiento en España, al hilo de la crisis financiera internacional y de algunos datos sobre la actividad inmobiliaria que introducen dudas en el cuadro macroeconómico. Los analistas de la actividad económica admiten que nada es exactamente igual que antes de verano y que el crecimiento de 2008 podría moverse en torno al 3%, unas décimas por debajo de las estimaciones hechas en la primavera, como consecuencia de una pérdida de dinamismo en la construcción residencial.

Tres décimas no son gran cosa en una actividad que aún ahora avanza a ritmos interanuales del 4%; incluso podría ser hasta cierto punto sana la desaceleración para los precios en una economía tan recalentada. Pero tres décimas tienen un coste en empleo, que se traslada a ingresos y pagos públicos, y que puede destemplar algunas economías familiares.

Los dos meses de verano han reducido en más de 300.000 el número de cotizantes a la Seguridad Social y el paro registrado ha duplicado sólo en agosto el registro de caídas de los últimos cinco años, hasta devolver la cota del desempleo por encima del nivel de los dos millones de personas. Hasta el propio cómputo del gasto por desempleo registra ya un repunte del 8% interanual en julio, que podría agravarse en agosto si se replica el comportamiento de la afiliación.

No hay elementos para pensar que la pérdida de pulso de la actividad pase de una desaceleración en la construcción y en los servicios (las comunidades costeras han sido las más dañadas por el paro en agosto) a un giro cíclico. Ni mucho menos. Pero las autoridades tienen que estar alerta para que este freno puntual no se contagie por el pesimismo inyectado en la economía por la crisis financiera internacional, y disponer de alternativas, mejor si es posible sin gasto público, para compensar la desaceleración en torno a la vivienda.

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