El mundo cambia, el turismo también
España cerrará este ejercicio con un nuevo récord de turistas. La cifra de 58,5 millones de visitantes recibidos en 2006 será superada y, salvo imprevistos, es muy probable que a final de año se llegue al entorno de los 60 millones de turistas. Desde el punto de vista cuantitativo, no se puede negar que sea una buena noticia. Pero sobre el sector más importante de la economía española penden amenazas a las que plantar cara antes de que sea tarde.
Aunque el número de turistas siga en aumento, la primera llamada de atención está en que el ritmo de ese crecimiento es el más bajo desde 2004. Y eso se da paralelamente a una fuga de visitantes de los tres grandes mercados -Reino Unido, Alemania y Francia- hacia nuevos destinos. Esta evolución, que en el caso del principal emisor, Reino Unido, ha llegado a ser negativa entre enero y julio, es una señal de la pujanza competitiva de nuevos mercados de sol y playa, tanto en el Mediterráneo como en ciertas áreas del Caribe y otros puntos del globo que juegan con precios más bajos.
El mundo ha cambiado, las aerolíneas de bajo coste han eliminado el factor distancia, los viajes organizados están en retirada y hay empresas del sector a las que está costando adaptarse. Pero los bajos precios de otros destinos no son la única razón de que España se haya convertido en un país caro para el turista europeo. Son los precios que ofrece España los que parecen haberse disparado. Mientras el IPC subía un 53% en los últimos 16 años, las principales rúbricas del sector turístico lo hacían mucho más, hasta casi el doble en los casos de los hoteles.
No se trata, sin embargo, de crear un turismo de rebajas. Muy al contrario. La apuesta debe estar en la calidad y en el aumento de gasto por turista y día; es decir, en una oferta más completa. Hoy los récords de visitantes son más fáciles de romper. Lo difícil es disponer de una oferta diferenciada que, además, aproveche el saber hacer adquirido desde los años sesenta. Y eso es algo que sólo lo tiene España.