Optimismo, pero con precaución
El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía ha dado por terminadas las vacaciones y se apresta a hacer frente al que podría ser su último año como gestor de la política económica -Pedro Solbes acaba de cumplir 65 años- con el mismo optimismo que hace 12 meses: la crisis hipotecaria que en EE UU puede llevar al país a una recesión tendrá efecto residual en la economía española, el crecimiento económico mantiene su solidez, y no habrá grandes dificultades para cuadrar el Presupuesto de 2008 con el apoyo parlamentario suficiente.
A juzgar por los datos económicos conocidos en los últimos días sería un forzado ejercicio de pesimismo tratar de ver la situación más oscura de la cuenta. Pero desde EE UU llegan cada vez más evidencias de que el calado de las dificultades es realmente profundo, y que los efectos sobre el crecimiento del resto de los países industrializados no deben despreciarse.
EE UU es el país más liberal del mundo. Pero llegado el punto actual, en el que más de un 15% de las hipotecas de riesgo no se pagan y en el que están a la vuelta de la esquina un sinfín de embargos inmobiliarios, el líder político y el económico del país (George Bush y Ben Bernanke) han decidido salvar la economía. Evitando, que no consiguiendo, incurrir en riesgo moral, el Gobierno ayudará fiscalmente a quienes no puedan pagar su hipoteca, y la Fed bajará los tipos.
Pero sus decisiones no cambian la situación, aunque la alivien. Los expertos auguran ajustes significativos en los beneficios del sector financiero, especialmente aquellas empresas volcadas en banca corporativa y de inversión, que trasladarán el proceso al resto del mundo por simple contagio capilar en los mercados financieros, tal como ha ocurrido con los bonos referenciados a las hipotecas subprime.
La Bolsa ha recogido en todo el mundo parte de los riesgos, con un ajuste importante en verano, aunque la última semana, sin desprenderse de una desconocida volatilidad, haya retomado el aire alcista. De hecho, el ajuste ha puesto precios atractivos en empresas que antes no lo eran tanto, sea por beneficios, por dividendo o por perspectivas de revalorización. Si la economía española se comporta como Pedro Solbes dice, el desempeño bursátil de las empresas españolas de fundamentales sólidos no decepcionará.
Pero nadie debe dar por cerrado este episodio crítico, ni en la Bolsa ni en la economía real. El crédito será más caro desde ahora que antes de verano, pese a que el recorrido alcista de los tipos se esté agotando, la renta real tendrá una buena contracción como consecuencia del repunte inflacionista, y las dificultades financieras en los agentes domésticos en España no deben darse por descartadas.
La moderación de precios de la vivienda este año ha sido muy violenta y esconde un parón de la demanda no suficientemente cuantificado. La economía mantendrá el crecimiento por encima del 3% si todas las piezas encajan. Pero si una falla, podemos encontrar un encadenamiento de riesgos (deuda de particulares y promotores, avance violento de la morosidad, desempleo en la construcción residencial...) que desemboque en algo más que una desaceleración, con el consiguiente correlato en el valor de las empresas.