El valor que encierra el crecimiento
La subida de los mercados de valores en los últimos cuatro años -y va para cinco- ha hecho de las Bolsas un campo abonado para la gestión de valor y la apuesta por las pequeñas compañías. El último periodo oscuro de los mercados, entre 2000 y 2002, supuso una criba de tal calibre, que a la vez que se limpiaban los excesos de finales de los noventa se hundieron las cotizaciones de muchas compañías que probablemente no se merecían tal castigo.
Así que una vez que las cotizaciones mordieron el polvo, después de tres años de caídas, los inversores se percataron de que, separando el grano de la paja, las valoraciones de muchas y muy buenas empresas estaban extraordinariamente atractivas. Y con el ciclo económico como soporte, las Bolsas iniciaron uno de los periodos más boyantes que se conocen. Con la diferencia de que mientras que las caídas de principios de siglo fueron generalizadas, el rebote fue más selectivo y favoreció al valor frente al crecimiento.
Conceptos de moda a finales de los noventa cayeron en desgracia, y políticas como la reinversión del dividendo en crecimiento fueron dadas de lado. El sentido común se hizo cargo de las carteras y la apuesta por empresas sin beneficios y valoraciones estratosféricas dio paso a la búsqueda de negocios con buenos fundamentales, poca deuda, valoraciones atractivas y, a ser posible, elevados dividendos.
Pero nada dura eternamente, y menos la subida de una acción. Así que nos encontramos en una situación en la que el ciclo llega a su fin y muchas acciones están en precio.
Paradójicamente, hoy hay menos valor en las compañías que lo han sido por tradición. ¿No será momento de echar un vistazo a las compañías que otrora fueron de crecimiento? Las TMT, relegadas a un segundo plano, se han perdido la subida, pero muchas han aprovechado para limpiar sus balances y revisar sus modelos de negocio. En un mundo rotatorio como es el financiero, los papeles son cambiantes, y lo que ayer era crecimiento, hoy puede encerrar más valor.