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Tribuna
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Rafael Nadal y el cisne negro

Recientemente, dos acontecimientos que me interesan especialmente han tenido lugar de modo casi simultáneo. Por un lado, Rafael Nadal ha logrado su tercera corona consecutiva en Roland Garros, convirtiéndose en claro candidato a romper todos los récord históricos en el torneo rey en tierra batida. Por otro lado, Nassim Taleb, trader de opciones libanés-americano, convertido en autor de best sellers, ha publicado hace unas semanas su última obra, El cisne negro, que ha alcanzado cotas de ventas y popularidad inimaginables para un profesional de los mercados.

Si bien los éxitos de Nadal y Taleb no tienen en principio ningún punto en común, lo cierto es que nos sirven como excusa para analizar una cuestión clave para quienes operan en los mercados financieros: la importancia de los sucesos altamente improbables y altamente impactantes. Un ejemplo de ese tipo de sucesos es el crac de 1987 -del que se cumple este año el 20o aniversario-, cuando Wall Street se desplomó casi un 25% en un solo día, algo equivalente a un caída actual de 3.500 puntos.

El cisne negro se centra, precisamente, en analizar este tipo de fenómenos improbables en principio, pero sin embargo bastante frecuentes en la realidad. El mensaje de Taleb es claro: en la vida, y no sólo en finanzas, suele tener muchísimo sentido volcarse en estrategias que busquen activamente al cisne negro positivo -muchos sucesos improbables e impactantes son positivos, como la aparición de internet o un crac si apostabas en esa dirección-, dado que las probabilidades de éxito son mayores de lo que generalmente se asume, y dadas las tremendas recompensas para aquellos que consiguen el objetivo.

Sin embargo, es importante entender que la búsqueda del suceso excepcional no es siempre una estrategia óptima ni inteligente. Hay campos donde tal camino no sólo no sería beneficioso, sino incluso contraproducente. El tenis, curiosamente, es uno de ellos.

Tal y como repite mi profesor durante nuestro encuentro semanal en la pista, el tenis es básicamente un juego de probabilidades. Aparentemente, Nadal y sus rivales se pasan los partidos constantemente calculando probabilidades en sus cabezas antes de dar a la bola. Cada golpe específico se elige dependiendo de la probabilidad que se le asigna de resultar exitoso. La regla parece ser que nunca se debe elegir un golpe si la probabilidad de que la bola entre en el otro campo es menor del 70%. Por supuesto, muchas veces un jugador se ve forzado a dar un golpe que tan sólo suele funcionar un 30%-40% de las veces, pero asumiendo que uno es libre para elegir, sólo se debe seleccionar lo altamente probable.

La explicación de todo esto, por supuesto, radica en que en tenis los puntos obtenidos a través de golpes gloriosos, complejos e improbables valen lo mismo que los obtenidos a través de golpes conservadores, aburridos y probables. Dada esta realidad, para maximizar la expectativa de victoria es imperativo optar por los golpes de alta probabilidad. Claramente, uno no puede ganar un partido si falla el 70% de sus intentos.

Es decir, en tenis no hay cisne negro. El suceso excepcional improbable no tiene un efecto altamente impactante, altamente influyente, decisivo. Un revés imposible o una dejada de gran estética nunca contarán más de un punto. Serán olvidados cinco minutos después de producirse. No pasarán a la historia.

En finanzas, la presencia del cisne negro está garantizada por el hecho de que el suceso imposiblemente improbable cuenta mucho más que el suceso normal. Una caída de la Bolsa de un 0,1% no tiene el mismo impacto práctico que un crac del 25%. Las sumas de dinero perdidas -o ganadas, si apostabas a corto- no son las mismas -en finanzas, los puntos no valen todos lo mismo-. Es por ello que en los mercados puede tener mucho sentido apostar al cisne negro: el retorno esperado puede ser inmenso, incluso si el número de días negativos es muy superior al de días ganadores. La dimensión de los segundos puede ser mucho más sustancial que la de los primeros y, por tanto, generar una ganancia neta gigantesca.

Para Nadal o Federer, estrategias que persigan al cisne negro no tendrían sentido práctico. Al reducir radicalmente las posibilidades de victoria, llevarían a la miseria. Aquellos que desean la gloria tenística tienen cero incentivos para buscar el suceso extraño. Todo lo contrario que aquellos que desean la gloria financiera.

Pablo Triana. Director del Centro de Finanzas Avanzadas del Instituto de Empresa Business School

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