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Tribuna
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Soñar con Galileo

Pronosticar que el GPS formaría parte de nuestras vidas resultaba hasta controvertido hace pocos años. Hoy es una realidad manifestada de diferentes formas: navegadores para los vehículos que han enviado al baúl las viejas guías de calles, dispositivos para enfermos, niños o mujeres maltratadas, pulseras para penados más o menos famosos en régimen de prisión atenuada, y un sinfín de aplicaciones más.

Sin duda las tecnologías de localización y posicionamiento van a revolucionar nuestra forma de vida en los próximos años. Nos tendremos que acostumbrar a su uso al igual que lo hicimos con el móvil. Recuerdo a más de uno diciendo que jamás tendría un teléfono móvil porque no quería estar localizado fuera de horas de trabajo o le parecía intolerable que le llamaran cuando estuviese en el cine o en el cuarto de baño.

Se necesita una tecnología más avanzada, más completa y versátil que la actual, para que se produzca la plena integración de los sistemas de localización en la vida cotidiana. Me estoy refiriendo a Galileo, la constelación europea de satélites para distintas aplicaciones. Galileo, al igual que GPS, es un conjunto de satélites que emiten información para calcular posiciones, entre otras cosas. Esto permite al usuario conocer dónde está, y con ello saber cuáles son las distancias recorridas, y cuáles las que le quedan por recorrer, trazar rutas, definir destinos o conocer información estadística. La pregunta a realizar es si la inversión de 3.000 millones de euros que supondría Galileo es necesaria. Y su respuesta es que existen razones de índole política, social y tecnológica que justifican su necesidad.

Desde un punto de vista político, se trata de un proyecto civil, para uso civil y, por tanto, sin restricciones sujetas a otros intereses. La constelación GPS pertenece al Ejército de Estados Unidos, lo que ha producido que el sistema se use civilmente para aplicaciones de juguete. Recientemente se ha constatado que GPS está disponible sin interferencias militares y gracias a ello se han comenzando a aprovechar todas sus posibilidades. Por otra parte la puesta en órbita de nuevos satélites europeos, muy similares a los americanos tecnológicamente, implica una independencia entre la sociedad del Viejo Continente y la estadounidense. Nunca se sabe lo que puede pasar.

Tecnológicamente, Galileo es un sistema que utiliza cuatro frecuencias para bajar la información, el doble de las que usa GPS, y logra posicionamientos exactos. Con Galileo se le podrá decir a un invidente que no dé un paso más si no quiere salirse de la acera, controlar los movimientos de una grúa de construcción o aterrizar un avión. Su señal, más potente, permitirá a los receptores calcular su posición en lugares donde los de GPS hoy no son capaces.

Desde un punto de vista social y humanitario, las posibilidades de prestar apoyo a colectivos socialmente desfavorecidos como invidentes, ancianos, mujeres desprotegidas o enfermos aumentan exponencialmente.

Normalmente cuando se habla de Galileo se le presenta como una alternativa a GPS, como un competidor que promete posibilidades muy superiores, sin tener en cuenta que GPS está vivo y se adaptará a las necesidades mejorando sus prestaciones. Aunque los receptores actuales no lo permitan, los que vengan en el futuro podrán funcionar con los dos sistemas de posicionamiento y permitirán al usuario beneficiarse de ambos. La convivencia de los dos sistemas implica, de entrada, el doble de satélites en órbita. Se ganará en disponibilidad y la probabilidad de fallo en ambas constelaciones será prácticamente nula. Por otro lado, se doblarán las frecuencias lo que se traduce en una mayor precisión. En definitiva en lugar de ponerlo GPS versus Galileo, lo más inteligente es presentarlo como GPS+Galileo.

Las tecnologías de posicionamiento y las aplicaciones que permitirán desarrollar se harán presentes hasta tal grado y resultarán tan naturales que dentro de algún tiempo ni recordaremos que en algún momento nos planteamos si valía o no la pena. Hoy GPS está abriendo el camino, quizá Galileo sea una etapa posterior del mismo, pero me atrevo a vaticinar que uno y otro evolucionarán o aparecerán terceros. Probablemente al final el nombre de la tecnología poco importe. De momento disfrutemos de GPS sin dejar de soñar con Galileo.

Joaquín González Hurtado. Director general de Deimos Aplicaciones Tecnológicas

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