_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lena y 'Purichaca'

El día 12 de junio me acordé de mis amigas Lena y Purichaca, que viven en Cuzco, Perú. Lena es una niña de nueve años, de tez y pelo morenos, con ojos vivos y una sonrisa agridulce como sólo la tienen los menores que se ganan el jornal (y el de su familia) en la calle. Purichaca es una llama que vive junto a Lena ocho, nueve o diez horas cada día. Ambas, guapas como sólo saben serlo las niñas peruanas y las hermosas llamas andinas, y ataviada Lena con el traje indígena, tienen su puesto de trabajo en uno de los miradores que circundan el inigualable recinto histórico de Cuzco, la ciudad siempre deseada y cada vez diferente.

Cuando los turistas descienden de sus autobuses para contemplar una maravillosa vista de la plaza de Armas, Lena y Purichaca esperan. Los rusos (sobrenombre que reciben los turistas allá) siempre acaban haciéndose una foto junto a Lena y su llama, que tienen mucho oficio y, todo hay que decirlo, posan estupendamente. Casi siempre, Lena -vigilada de cerca por una hermana mayor o vaya usted a saber quién- recibe una propina, muchas al cabo del día, suficientes en conjunto para contribuir poderosamente al sustento de su pobre y numerosa familia. 'El dinero no tiene desperdicio/ los más pobres lo ganan con paciencia/ y los más ricos por correspondencia/ o sobornando a ruines sin prejuicio', como escribe Benedetti en un desgarrador soneto. Por cierto, no he dicho que el 12 de junio se celebra cada 12 meses el Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Cuento esto porque cuando llega ese día, parece que todos nos hemos caído de un guindo, hacemos propósito de enmienda y, como ocurre tantas veces, olvidamos durante el resto del año que, oficialmente (y se dice pronto porque no deja de ser un terrible sarcasmo), en el mundo hay casi 220 millones de niños entre 5 y 16 años que trabajan; de ellos, según la OIT, casi 190 millones realizan labores peligrosas, expuestos a graves consecuencias, sobre todo en el sector rural, donde se producen las más grandes violaciones de los derechos fundamentales en el trabajo. En Iberoamérica esos menores no son menos de 20 millones, de los que en Colombia, por ejemplo, 35.000 están dedicados por sus familias al negocio canalla y ruin de la prostitución infantil.

La pregunta es qué podemos hacer las empresas para contribuir a rebajar las tasas de trabajo infantil y, poco a poco, ayudar a erradicar esa lacra. ¿Cuál es el papel que deben desempeñar las empresas hoy ante este enorme problema? Personas y empresas estamos, lo queramos o no, implicados e imbricados en la vida de una comunidad política de la que, como dice Adela Cortina, tienen que ser protagonistas indiscutibles. En el mundo global, la ética cívica es un conjunto de valores y principios que una sociedad moralmente pluralista comparte y que permite a sus miembros, desde la solidaridad, el respeto y la tolerancia, construir la vida juntos.

No deberíamos olvidar, por tanto, que hay instrumentos para conseguirlo: por ejemplo, el Pacto Mundial. Más de 3.500 empresas de muy diferentes países han suscrito el Global Compact, cuyo fin principal es promover la creación de una ciudadanía corporativa global que permita la conciliación de los intereses y procesos de la actividad empresarial con los valores y demandas de la sociedad civil, así como con los proyectos de la ONU, de organizaciones internacionales sectoriales, sindicatos y ONG. En su día, el Pacto Mundial se presentó formalmente como 'un marco de ayuda a las organizaciones para definir sus estrategias y modalidades de acción para fomentar la responsabilidad cívica mediante el compromiso empresarial comprometido y creativo'.

El principio tercero del Global Compact se refiere a la eliminación de todo tipo de trabajo forzoso, y el cuarto a que 'las empresas deben apoyar la erradicación del trabajo infantil'. æpermil;sa es, hoy, nuestra obligación y uno de nuestros deberes ineludibles. En España, el de las casi 350 empresas firmantes de ese compromiso ético, muchas de ellas multinacionales con intereses en diferentes países del mundo, en regiones especialmente deprimidas donde el trabajo infantil es moneda corriente y donde las empresas deberían exigir a todos los proveedores y colaboradores, a todos sus grupos de interés, el apoyo a las iniciativas que promuevan la desaparición del trabajo infantil, ayudando en la educación integral de quien más lo necesita.

El director general de la OIT, Juan Somavia, ha repetido que una de las metas de la organización que dirige es 'el trabajo decente para los padres. Educación de calidad para los niños. Verdaderas oportunidades para los jóvenes. Dignidad para todos'. Reconoce que lograrlo resulta difícil y complejo, pero insiste en la necesidad de renovar el compromiso y pelear, con hombres y mujeres de todo el mundo, para que, sobre todo, los niños tengan niñez y disfruten de ella.

Hace mucho tiempo, el visionario Julio Verne escribió que cualquier sueño que una persona pueda imaginar otra podrá hacerlo realidad. Probablemente es cierto, tanto como que la llama Purichaca luce un nombre quechua que, en castellano, puede traducirse por los pies del caminante, y el camino, dice el poeta, siempre se hace al andar. Pongámonos sin excusas a la tarea.

Juan José Almagro. Director general de Comunicación y Responsabilidad Social de Mapfre

Archivado En

_
_