Brown llega a Downing Street obsesionado por la formación
Gordon Brown, un laborista hijo de pastor protestante, asumirá mañana el puesto de primer ministro del Reino Unido, sucediendo a su compañero Tony Blair. Diez años después de la fulgurante irrupción de los dos líderes del nuevo laborismo en el Ejecutivo británico, muchas de las cuentas económicas salen, aunque algunas otras siguen pendientes.
Brown, jefe del Tesoro durante todo el periodo, es responsable de éxitos incuestionables como el crecimiento medio del PIB del 2,7% (seis décimas por encima de la zona euro), o el aumento anual de la productividad superior al 1,5%. Durante su mandato, el Banco de Inglaterra logró independencia para decidir la política monetaria, al tiempo que el Reino Unido elegía quedar al margen del euro.
Blair dejó claro en 1997 cuáles serían las 'tres prioridades' de su mandato: 'Educación, educación y educación'. Un decenio después, y pese a los logros obtenidos en otros ámbitos, su sucesor lo tiene igual de claro. En una reciente entrevista con Time, Brown explica que, como primer ministro, deberá 'ayudar a la gente a tener las habilidades, la educación y las infraestructuras para beneficiarse de la globalización (...). Nuestra gran tarea es ser una referencia mundial en educación'.
Si bien los presupuestos para formación han crecido notablemente, los resultados no son tan satisfactorios, tal como reflejan los informes de la OCDE. El mayor éxito del tándem Blair-Brown ha sido, probablemente, la creación de empleo: la fórmula de mayor flexibilidad con salarios contenidos ha llevado la tasa de paro desde el 7% hasta el entorno del 5%, muy cerca de lo que los economistas llaman 'desempleo friccional'.
Sin embargo, el boom inmobiliario (el precio de la vivienda se ha multiplicado por 2,5) y el tirón de los activos financieros han impedido que, en la década laborista, se redujeran las desigualdades: el 1% más rico tiene un 21% de los recursos, un punto más que hace diez años. Para contener la burbuja inmobiliaria, el gobierno de Brown apostará por aumentar el parque de viviendas, vía liberalización de suelo.
Dentro de su paso al frente hacia la economía global, Brown aumentará el esfuerzo en investigación y desarrollo, un ámbito en el que el Reino Unido ya saca varios cuerpos de ventaja al resto de las grandes economías europeas.
Mientras, es de esperar que se mantenga la visión liberal del laborismo, que ha llevado a una reducción de los tipos de gravamen en los impuestos de la renta (23% en 1997 y 20% en 2006) y de sociedades (33% y 28%, respectivamente).
Para Bruselas, una incógnita por despejar
Gordon Brown no se prodiga por Bruselas. En lo que va de año, sólo ha asistido (en enero) a un consejo de ministros de Economía de la UE, cita que prefiere delegar en sus colaboradores.Su displicencia hacia los asuntos comunitarios le han convertido en una incógnita para Bruselas. Pero las variables conocidas para despejarla apuntan a un perfil tan liberal como euroescéptico, poco dispuesto a soportar injerencias de la UE en una City londinense que, durante sus 10 años como ministro de Finanzas, se ha convertido en el mayor centro financiero del mundo.Brown atribuye ese éxito a un compromiso irrenunciable con el libre comercio, la apertura de la economía y la indiferencia absoluta respecto a la nacionalidad del capital. Los tres principios, expuestos la semana pasada en su último discurso ante la City como ministro, chocan claramente con el proteccionismo que defiende Nicolas Sarkozy, el otro recién llegado al Consejo Europeo. Las chispas entre el presidente francés y el nuevo primer ministro británico pueden saltar cuando en 2008 se renegocie la política agrícola común y la aportación de Londres al presupuesto comunitario.Para el paisano de Adam Smith, sin embargo, estos debates son algo obsoletos, propios de un orden mundial que se derrumbó en 1990. Brown cree que la globalización requiere gasto en educación, no en clubs supranacionales.