Una de pactos
Vinieron las elecciones municipales y autonómicas después de una campaña que aceleró las obras, los túneles, los parques y jardines, los hospitales, las residencias de ancianos, las guarderías y toda suerte de atenciones para conquistar a los votantes. Los candidatos fueron esta vez más discretos en el empapelamiento de las ciudades y parecieron adoptar el lema de La Codorniz, aquel semanario de humor que tanto nos falta, según el cual 'donde no hay publicidad, resplandece la verdad'. Pero menos, porque lo que se anunciaban eran las inauguraciones que cada uno ponía en su haber.
Padecimos con los mítines y debates monocordes, encastillados en la partitura de Alcaraz y su instrumentación de las víctimas del terrorismo, el victimato, por decirlo con la expresión de un buen amigo que no mencionaré para evitarle peligros. La noche del domingo 27 de mayo supimos los resultados del escrutinio. Todos cantaron victoria. Los unos porque sumaban más votos, los otros porque quedaban colocados para tener más gobiernos de alcaldías y comunidades autónomas.
Madrid y Valencia arrojaban serios quebrantos, aún más agudizados, para el PSOE pero el PP perdía las posiciones de Gobierno en Baleares y en Navarra y abandonaba las alcaldías de una buena proporción de capitales que no compensaba con otras ganancias. Mariano Rajoy proclamaba que debería respetarse la prioridad de la lista más votada y abominaba de las coaliciones de perdedores. Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo. De manera que los principios abstractos se enuncian para que los cumplan los adversarios y cuando resultan inconvenientes para las propias filas se soslayan con un quiebro.
Vuelve a ser patente que no siempre la historia, ni las urnas, retribuyen los buenos comportamientos
Así ha sucedido en Canarias, donde van a quedar fuera los triunfadores socialistas que encabezaba Juan Fernando López Aguilar para que se instale la suma de Coalición Canaria y el Partido Popular. Navarra está bajo una fuerte presión y en Álava habrá nuevas combinaciones. Sólo están descartadas por PSOE y PNV las alianzas con ANV, empeñada en comparecer como una mera criatura de Batasuna.
En cuanto a los corruptos, señalemos que han corrido suertes diversas. Algunos han perdido la poltrona. Otros han revalidado sus títulos en las urnas. Por ejemplo, Carlos Fabra, el presidente de la Diputación de Alicante, que compareció ufano para decir que había tenido un sobresaliente con lauden (sic) y que parecía convencido de que ese resultado significaba la exculpación de todos los procedimientos judiciales en los que se haya incurso. Así que vuelve a ser patente que no siempre la historia, ni las urnas, retribuyen los buenos comportamientos ni aquí ni en Aravaca.
Otra cosa es que, según el momento, se produzcan oscilaciones extremas de la opinión, que en unos casos bendice la sabiduría del electorado al negar la mayoría a cualquiera de las formaciones políticas competidoras para evitarse el efecto rodillo y, en otros, condena los pactos como si fueran nefandos. A escala nacional se comprobó con el hartazgo del Gobierno en minoría que se clausuró con un triunfo por mayoría del PSOE en 1982. Luego vino la saturación que en 1996 entregó el Gobierno por una diferencia mínima al PP, la segunda legislatura de Aznar otra vez con mayoría y, el 14 de marzo de 2004, con la victoria a los puntos de Zapatero.
Los acompañantes, cuando hacen falta, reciben atenciones y producen el efecto Pentecostés, el don de lenguas, que llevan al necesitado de apoyos, por ejemplo, a hablar catalán en la intimidad, contraviniendo el grito de las masas de ¡Pujol, enano, habla castellano!
Entre tanto, ETA se ha echado al monte para regresar a las amenazas. En Moncloa se ha celebrado la ceremonia del acuerdo en defensa de la vida de todos entre el presidente Zapatero y Rajoy. Ha seguido una ronda de conversaciones con los líderes y el miércoles fue el turno del lendakari Juan José Ibarretxe. Sus declaraciones a la salida del encuentro dieron la impresión de que sólo se considera emplazado ante la izquierda aberzale. En palabras bíblicas, pronto vuelve la burra al trigo. Veremos.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista